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Sorpresa en la huerta

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  — Abuela, mira lo que ha salido en el huerto. Si todas las zanahorias salen así, nos volvemos ricas. ¿Quién dijo que el oro no crecía en el huerto? —Noelia parloteaba emocionada ante el gran hallazgo. La sonrisa que le ocupaba toda la cara se fue apagando al mirar a su abuela.  Hercilia al principio abrió los ojos como platos, pero su boca abierta y su progresiva palidez indicaron a su nieta que aquello no era baladí. — ¿Qué sucede, abuela?—le preguntó algo preocupada. —De esta huerta, ¿habías recogido algo así? Extendiendo la mano, la anciana tomó aquella deforme zanahoria y observó muy atenta el regalo que ella traía. Parecía increíble que alrededor de aquel tubérculo se hallase el motivo que más grande discusión tuvo con su, ya fallecido, marido. Noelia no entendía nada. Ella estaba asombrada por su descubrimiento. Las lágrimas de su abuela la desconcertaron. Hercilia, por su parte, ya se había trasladado a aquel día de septiembre de hacía demasiados años.  Empezaba ...

Añoranza

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  La salida de mi país no ha sido fácil. He tenido grandes dificultades. Solo quiero ganarme la vida con mi trabajo, no tener ese miedo constante a que me maten, poder caminar por la calle sin que me señalen solo por tener ideas propias. El país que me acoge nada tiene que ver con el mío. Es muy diferente a cómo me lo imaginaba y a todo lo que me habían contado. La añoranza duele hasta el punto de que en ocasiones me falta el aire. La comida es diferente, aunque pueda cocinar, no son los mismos productos. Hasta lo más básico sabe distinto. A pesar de compartir idioma, me cuesta entender muchas conversaciones. Soy el diferente, el extranjero, el exótico por mi tono de piel y mi dicción tan diferente. No niego que me han acogido, claro que sí, pero siempre soy el de fuera. Las vivencias infantiles que a veces compartimos nada tienen que ver con las de mis paisanos. Hasta la música es diferente. Ir al mercado es toda una aventura, nunca sé si volveré con algo que sepa cocinar. Siempre...

¡Qué bicho tan feo!

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  Cada vez estoy más al borde del abismo. Evito mirar hacia abajo. Me agarro con brío a todo lo que esa orilla resbaladiza me ofrece. Qué fácil sería dejarme engullir por las fauces de la negrura. Solo tengo que soltar los amarres que aún me sostienen. ¡Si ellos supieran qué importantes son!   La depresión es algo que nadie quiere, que pocas veces se nota y no le damos la importancia que realmente tiene. La gente triste no siempre está deprimida y las personas en apariencia contentas y alegres pueden tener depresión. ¡Qué bicho tan feo!   Sigo en esa orilla con pequeños arbustos que me sirven de asidero. En ocasiones aparece un jardinero que siega el borde del precipicio, haciéndolo más resbaladizo y algo más difícil de sujetarme a algo firme. Cierto es que he aprendido a hacer acrobacias para sostenerme. De vez en cuando me encuentro con una raíz de un fuerte árbol que me ayuda a alejarme de la orilla. ¡Menos mal que existen esos árboles fornidos!

Pepe

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  Son las fiestas del barrio. Hoy todo son risas. Rodeada de las chicas, mis amigas, todo es divertido.   Llevo puesto el vestido de los domingos y he estrenado pendientes. En el grupo se comenta el atuendo de cada una, aunque solo de pasada. Estamos más atentas a los chicos. Cada una tenemos echado el ojo a uno, aunque todas estamos locas por el mismo. Pepe, el chico rubio y de ojos claros que destaca de entre el resto de los chicos. Su sonrisa nos hace temblar, bueno me hace temblar a mí a las demás les hace babear. Entre las chicas también hay una hermosura aria.   Charo, una chica alegre y simpática; su pelo dorado y sus ojos azules nos hacen pensar que sin duda harían una pareja perfecta. Estamos sentados en corro mirando la pulsera de hilos que Pili se ha hecho. Al volvernos notamos que los chicos están susurrando entre ellos. La verbena ha empezado hace un rato y la música comienza a animarnos.   Todos bailan a lo loco, pero yo eso de bailar suelto no se m...

Una caja de madera

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 Mi padre siempre tenía entre las manos un pedazo de madera. De ese inerte tronco salían todo tipo de piezas, desde mi primera peonza hasta la tabla de cortar la carne, pasando por la mesa del salón. Hubo una temporada en que en mi casa se hablaba mucho de una caja. Yo no sabía de qué caja hablaban, pero cuando estábamos relajados en el sofá, ya después de todo el día faenando, salía el tema. —Mujer, ¿es necesario? —Preguntaba a mi padre. —Por supuesto que es necesario. —Respondía contundente mi madre. —Tres dentro de una más grande — Explicaba mi padre moviendo las manos. —Sí, cada una que se pueda sacar y meter. Con tapa, no te olvides de la tapa. —Le insistía. Durante unos cuantos días iban dándose detalles de aquella misteriosa caja. Si alguno de nosotros preguntábamos, siempre era la misma respuesta. —Son cosas nuestras. Lo que sí sabíamos era la existencia de una puerta secreta en el taller de papá. La puerta era pequeña, aunque a los hermanos nos parecía algo grande para un ...

Una excursión marítima

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 Un anuncio en el paseo marítimo es lo que acercó a los clientes a la pequeña embarcación. Se adentrarían en alta mar, lo justo para avistar algún osado cetáceo.   Ese día a la embarcación subieron seis pasajeros. El capitán echó un vistazo a su pasaje y encogiéndose de hombros se puso en marcha.  Una pareja que apenas había despedido la adolescencia se hacía arrumacos ante la mirada de la mujer entrada en kilos, que las raíces de su melena dejaban asomar que ya no era tan moza. El hombre barrigudo que tenía al lado no despegaba los ojos de la pareja de enfrente. Un hombre vestido informal sin restar elegancia a su porte. Le acompañaba una mujer con exceso de maquillaje y un abultamiento en el cuello que le tenía hipnotizado.  —Ya hemos llegado al lugar donde suelen saltar algunos delfines, aunque hay que tener en cuenta que no siempre acuden a la cita. —Se dirigió a ellos el capitán de la embarcación.  —Allí, allí—Comenzó a gritar señalando con el dedo la ...

Huevo

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Tengo una amiga huevo. Sí, huevo, has leído bien. Me explico.  Hay personas huevo, no son difíciles de identificar. Son aparentemente secas y hasta, bordes. ¿Por qué huevos?  Cuando vas a un corral y recoges un huevo, en general están sucios de heces de gallina, con restos de paja pegados. ¡Vamos! Nada agradable. Lo recoges con cuidado, lo limpias con esmero y te lo llevas. Ya sabes que tienes que tener cuidado y no golpearlo o se romperá. En su interior está lo que de verdad importa. Bien, pues las personas huevo son algo así, pero al revés.   Si alguien se acerca y les hace daño, su cascarón se hace mucho más duro. Para llegar a ese tesoro que tienen dentro tienes que acariciar ese caparazón. Limpiarlo de seriedad, pasarle el paño de la confianza y arroparle con el calor de la aceptación. Así muy poco a poco te mostrará su interior. Esa preciosidad que protege debido al daño recibido.  Así es mi amiga. Tengo la inmensa suerte de haber vislumbrado algo de ese t...