Sorpresa en la huerta

 

— Abuela, mira lo que ha salido en el huerto. Si todas las zanahorias salen así, nos volvemos ricas. ¿Quién dijo que el oro no crecía en el huerto? —Noelia parloteaba emocionada ante el gran hallazgo. La sonrisa que le ocupaba toda la cara se fue apagando al mirar a su abuela.

 Hercilia al principio abrió los ojos como platos, pero su boca abierta y su progresiva palidez indicaron a su nieta que aquello no era baladí.

— ¿Qué sucede, abuela?—le preguntó algo preocupada. —De esta huerta, ¿habías recogido algo así?

Extendiendo la mano, la anciana tomó aquella deforme zanahoria y observó muy atenta el regalo que ella traía. Parecía increíble que alrededor de aquel tubérculo se hallase el motivo que más grande discusión tuvo con su, ya fallecido, marido. Noelia no entendía nada. Ella estaba asombrada por su descubrimiento. Las lágrimas de su abuela la desconcertaron.

Hercilia, por su parte, ya se había trasladado a aquel día de septiembre de hacía demasiados años.

 Empezaba a refrescar en las tardes del otoño recién estrenado. Teófano se acercaba por el camino, algo cabizbajo. Eso llamó la atención de su esposa, ya que el buen humor era la seña de identidad de aquel hombre. Al llegar a su altura le sonrió, aunque era una sonrisa diferente a la de tantas tardes.

— ¿Qué te sucede?—Le preguntó algo preocupada.

—Nada mujer, ¿qué me va a pasar?—le contestó sin mirarle a la cara.

Un escalofrío recorrió la espalda de Hercilia. Algo preocupaba a su marido.

 Se dirigieron a la casa, ella para poner la mesa y servir la cena, él a lavarse antes de sentarse a cenar. Al agarrar la cuchara al llevársela a la boca fue cuando la esposa se percató de que en la mano derecha de su marido no estaba la alianza.

— ¿Dónde has metido el anillo?—le preguntó tomando aire.

 Él no llegó a probar la sopa. Ya lo había descubierto.

—Lo he perdido en el huerto —le respondió con un hilo de voz.

—No puede ser, te quedaba muy ajustado. ¿Te lo has quitado? —Le gritó algo nerviosa.

—No, mujer. Lo tenía y, después de sacar las últimas patatas, ya no estaba en el dedo. Me he vuelto loco buscando, pero no lo he encontrado. —Le dijo con voz firme.

—Teófano, que nuestro huerto está muy cerca del camino, por allí pasa mucha gente, ¿no te lo habrás quitado para que las mozas que no te conocen no sepan que estás casado?—Le dijo agitando su dedo índice delante de su cara.

—Yo estoy muy orgulloso de estar casado y feliz de que seas mi esposa. —Le contestó algo enfadado.

—Sí, claro. Mira, Juan el Molinero, cuando iba a la ciudad se quitaba el anillo para que nadie se enterase de que estaba casado. Y ya ves cómo acabó todo. El Molinero con esposa y dos hijos aquí y la cuitada moza de la ciudad esperándolo allí. —Esta fue la comidilla del pueblo durante mucho tiempo.

—Hercilia, yo te quiero a ti y a nadie más. —Le dijo acercándose zalamero a ella, que comenzaba a llorar. El abrazo la tranquilizó un poco.

Unas semanas más tarde, una vecina visitó a Hercilia.

— ¡Qué marido tienes! Se nota que te quiere. Ya todo el pueblo se ha enterado, por si alguien tenía alguna duda. —Le comentó guiñándole un ojo.

— ¿De qué hablas, Erolida? ¿Cómo que todo el pueblo se ha enterado?

—Tú no has ido al huerto últimamente, ¿no? ¡Vamos! Te acompaño. —Le instó su amiga.

Se dirigieron al huerto donde Teófano pasaba el tiempo que su puesto en el ayuntamiento le dejaba. Al llegar, Hercilia no daba crédito a lo que sus ojos veían. Alrededor de la huerta en la que su marido escardaba había unos grandes carteles donde ponía “Estoy casado”, “Amo a mi esposa”, “solo quiero a mi mujer” y  “tengo esposa”.

Hercilia se acercó con brío, asustando a su marido, por la inesperada visita. Le quitó la azada de las manos para liarse a golpes con los carteles.

—Te amo, nunca pondré en duda tus sentimientos. —Gritaba, riendo, como una niña.

 Aquellos lejanos recuerdos también le hicieron sonreír. Miró a su nieta para contarle todo aquello.

 Al terminar, las dos, con mucho cuidado, rompieron la zanahoria que les trajo de nuevo aquel anillo perdido. Después de lavarlo bien, comprobaron que en el interior aún se podía leer la fecha del enlace.






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