El fajo de viejas cartas
Tengo en mis manos un paquete envuelto en varios plásticos. Tiene una pinta bastante asquerosa. Me lo entregó el personal de la empresa de limpieza que contraté para adecentar la casa de mis padres, antes de ponerla en alquiler. El paquete lo encontraron en el zócalo de la cocina, debajo del fregadero. Ante lo extraño del hallazgo decidieron no tirarlo y dármelo para que yo decidiese. Con mucho cuidado quito las dos bolsas que envuelven un manojo de viejas cartas, algo estropeadas por alguna filtración de agua. Siento como si tuviera entre mis manos una bomba por desactivar. Es como si las cartas me implorasen que las lea. Tengo miedo y curiosidad a partes iguales. En el remite se lee el nombre de una mujer, Esther, y son de una dirección de Albacete. Están ordenadas, o eso intuyo, por las fechas del matasellos, que aún son legibles. Todas están dirigidas a mi padre. Abro la primera y poco puedo leer. “ La pierna de Claudio va mejor, aunque su humor empeora… ” Sigo leyendo más car