El fajo de viejas cartas

 Tengo en mis manos un paquete envuelto en varios plásticos. Tiene una pinta bastante asquerosa. Me lo entregó el personal de la empresa de limpieza que contraté para adecentar la casa de mis padres, antes de ponerla en alquiler. El paquete lo encontraron en el zócalo de la cocina, debajo del fregadero. Ante lo extraño del hallazgo decidieron no tirarlo y dármelo para que yo decidiese. 

Con mucho cuidado quito las dos bolsas que envuelven un manojo de viejas cartas, algo estropeadas por alguna filtración de agua. Siento como si tuviera entre mis manos una bomba por desactivar. Es como si las cartas me implorasen que las lea. Tengo miedo y curiosidad a partes iguales.

En el remite se lee el nombre de una mujer, Esther, y son de una dirección de Albacete. Están ordenadas, o eso intuyo, por las fechas del matasellos, que aún son legibles. Todas están dirigidas a mi padre. 

Abro la primera y poco puedo leer. 

La pierna de Claudio va mejor, aunque su humor empeora…” 

Sigo leyendo más cartas y voy extrayendo fragmentos. 

Querido hermano: 

 Me he enterado de que estoy embarazada, en otras circunstancias esta sería la mejor de las noticias, pero…” 

Esto me para en seco. ¿Cómo que, querido hermano?  Miré de nuevo el sobre, esta vez fijándome bien en el nombre del remite. Esther Ramírez. No me había fijado en el apellido. ¿Por qué yo no sabía que tengo una tía? Con este pensamiento sigo leyendo lo que el tiempo ha dejado en las dañadas cartas. 

Ya está aquí Javier…” 

Temo por el niño, Claudio no quiere oírle llorar. Él está cada vez peor, la pierna no cicatriza bien y tiene unos horribles dolores. Cuando toma la medicación mejora, pero lo único que hace es tirarme en cara el accidente.” 

Una llamada de la residencia donde está mi padre interrumpe mi lectura. Me dicen que se encuentra peor, está aún más perdido. 

Sigo mi lectura sabiendo que nunca podrá aclarar nada de esta carta. Tampoco podrá jugar con su futuro nieto. Papá, cómo te echo de menos. 

Qué casualidad que nuestros hijos naciera en el mismo mes. Me encantaría conocer a mi sobrino. Siento que haya habido tantas complicaciones en el parto…” 

Cada vez estoy más confuso. ¿De qué complicaciones habla? 

Claudio ha traspasado todos los límites... al niño... suelo. En breve voy con el niño a conocer a mi sobrino. Sí, ya sé que estáis muy mal. Quizá podamos ayudarnos mutuamente.” 

Gracias, nunca podré agradeceros este favor. Siento mucho el dolor que os ha producido la muerte del pequeño… Nunca se podrá sustituir, pero yo sé que Javier estará mucho mejor con vosotros.” 

Mi consternación no deja de aumentar. Una alarma en mi interior me dice que pare de leer, sin embargo, quiero saber más antes de ir a ver a mi padre. 

¿Qué tal está Javier?  Ya sé que ahora tiene otro nombre, sin embargo, para mí siempre será Javier.” 

Claudio parece que no lo echa de menos, apenas ha preguntado por él. Se ha conformado al decirle que enfermó en el viaje y falleció a los pocos días. Solo me reprocha haberme ido. La culpa es mía, y así me lo hace saber, las pocas veces que recuerda que fue padre.” 

Estoy cada vez más confundido. Ya no sé qué niño murió. Es más, a estas alturas no sé quién soy en realidad. 

La muerte de Claudio, aunque suene ruin, ha sido una liberación. No te preocupes, no te voy a quitar a Javier. El destino, Dios, o no sé muy bien quién, quiere que siga siendo tu hijo.” 

La quimio está siendo dura. Lo peor no son los vómitos, o la pérdida del pelo. Lo duro de verdad es la soledad. No, no te reprocho nada, bastante estás haciendo.” 

Querido hermano: 

Creo que esta es mi última carta. Mi médico ya me ha advertido que no queda mucho. Tranquilos, harán todo lo posible para que no sufra, hay medicación para eso. Me voy feliz. El regalo que me hiciste el mes pasado es lo mejor que has podido darme. Ver a mi hijo tan alto, sonriente y feliz es lo más grande.” 

Me he quedado anonadado. No sé qué pensar ante la certeza de saber que soy en realidad Javier, el hijo de Esther. 

Esta historia me ha alterado. No he ido a ver a mi padre, o tío… Estoy hecho un lío. 

Tras un par de días dando vueltas en mi cabeza, tengo claro que mi padre, es ese hombre con los recuerdos quemados, que me abrazó tantas veces. Mi madre, la mujer que estuvo a mi lado hasta que aquel accidente se la llevó por delante. En mi corazón ha entrado una nueva madre, que me dejó con todo su dolor; para que no me matara, el monstruo de una sola pierna. 

Ahora sí, voy a visitar a papá, al que quiero y he querido toda mi vida. 




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