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Mostrando entradas de enero, 2024

Amor diferente

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 Entre secretos y mentiras vivimos un amor prohibido. Su cobardía nos ha llevado a esto. Pero, ¿qué otra opción tenemos? Él no se atreve a enfrentarse a su familia, ni a sus superiores. Yo, en cambio, me he enfrentado al mundo. No le culpo. Yo he aceptado la situación. El amor no pide permiso.  En este pueblo todos creen que somos hermanos. El cura necesitaba que alguien le asistiese. La ropa, la comida, en definitiva la casa; no son cosa de hombres. Mucho menos de sacerdotes ocupados como es Fredesvinto. Moviendo hilos y tirando de conocidos consiguió que el obispado contratase a su hermana para la que atenderle. Solo que su hermana no existe, él nunca tuvo hermanas, todos fueron varones en la familia. No sé cómo consiguió que me contratasen, el caso es que aquí estoy. Estoy enamorada y viviendo un sueño dentro de una mentira. Ya ha pasado casi un año. En mi vientre crece el fruto de la pasión. Llevo varias semanas poniéndome ropa holgada. No me dejo ver mucho para que nadie lo note.

El reencuentro

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Su sorpresa no fue mayor que la mía, al abrir la puerta y encontrarme cara a cara con el pasado. Mi corazón se saltó un latido al verle ahí. Estaba igual, su semblante duro hizo que me estremeciera. — ¡Vaya, vaya! ¿A quién tenemos aquí? —Su voz no había cambiado y el tono duro con que pronunció estas palabras me sacudieron por dentro. — ¿Qué haces aquí?—Es lo único que se me ocurrió contestar. — ¿Dónde están mi mujer y mi hija? Me he enterado de que trabajaban aquí. Lo que no esperaba era encontrarte a ti. —Me lo dijo con una socarrona sonrisa, aquella que siempre me paralizó. —Te has equivocado, aquí no trabaja Adela. Le perdí el rastro hace semanas. — ¡Adela! ¿Quién llama?—La voz de mi señora interrumpe todas mis excusas. —Con que Adela. ¿Dónde está ella? Si tú tienes su nombre, ella, ¿cómo se hace llamar?—Pronuncia dando un paso al frente— ¿O quizás te has deshecho de ella? —No, por supuesto que no. La verdad es que tu mujer falleció al llegar aquí. Yo tomé su nombre para poder trab

La aventura

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 No sé cómo he convencido a mi hermano para esta aventura. Él es serio y formal, eso dice mi madre. En cambio, yo soy rebelde y siempre me meto en líos. Hace varios días que escucho ruidos en la casa-cural. Es una casa enorme adosada a la iglesia, donde antiguamente vivía el cura con su hermana. Eso es lo que me han contado al preguntar.  Hace años que no vive nadie ahí, por eso me llamaron la atención los ruidos. ¿Quién sabe si no será el espíritu del cura aquel? O ¿si es el fantasma de su hermana, que se ha dado cuenta de lo sucio que está todo? El caso es que le he contagiado la curiosidad a Eligio, mi hermano.  Intentamos ser personas civilizadas y lo primero era entrar por la puerta, pero nada, estaba bien cerrada, aunque le sonaban todas las tablas. Lo intentamos por la ventana, después de hacer auténticos malabares para llegar, ya que estaba muy alta, no había ningún cristal roto y por descontado, también estaba cerrada. Ya envalentonados y dispuestos a entrar en esa casa como f

Los secretos

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 Paso por delante de la que un día fue mi casa. Esta fachada ha sido testigo de mis infantiles juegos. Me encantaba salir a jugar aquí, especialmente los veranos en la hora de la siesta, cuando todo el mundo descansaba; tenía toda la calle para mí. Era el momento idóneo para poner mis muñecas al sol, mientras les daba de comer filetes de hierba y sopa de barro. Aquí parada delante de aquella fachada me fijo en las ventanas, ya no tienen las mismas cortinas. Mi memoria retrocede unos cuantos años a aquel día qué cambió la vida de todos. Mis padres, Argimiro y Dolores, tenían arrendado el primero, derecha. En la puerta de enfrente vivían sus mejores amigos que curiosamente se llamaban María y Mario. A mí aquello me hacía gracia. Era tal la relación que yo les llamaba tíos.   Uno de esos días de verano salí de casa acompañada de mi padre, sin cerrar la puerta por si tenía que subir a beber agua. Con un beso en la mejilla, cada uno fue a lo suyo. Él a trabajar y yo a organizar la comida de

Año nuevo

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 Un año más llega esa noche en la que parece que todo cambia. Es una noche en la que, tras atragantarnos con las uvas, todos son buenos deseos. Un año por estrenar. Decirnos adiós al que durante 365 días nos ha acompañado, no sin antes recriminarle todo lo malo que nos ha pasado y darle las gracias por lo bueno que nos regaló.  Hoy me toca a mí insultar sin medida este año por lo que se ha llevado, por el dolor que ha dejado, por las ausencias y por los corazones que nunca volverán a estar enteros. Ha sido un año de duelos. Un año que va a ser desgraciadamente inolvidable. Aunque también me ha regalado pequeñas dosis de felicidad, bueno, no tan pequeñas. Hay nuevas personas, que jamás sustituirán a las que no están, pero que dan alegría en el corazón. Ha sido un año de encuentros y de algún desencuentro. Abro la puerta a esa nueva oportunidad de ser cada día, hasta sumar 365, más yo. No descarto que haya momentos tristes, pero ojalá ganen los momentos felices. Un año para dar pasos. Pe