La aventura

 No sé cómo he convencido a mi hermano para esta aventura. Él es serio y formal, eso dice mi madre. En cambio, yo soy rebelde y siempre me meto en líos.

Hace varios días que escucho ruidos en la casa-cural. Es una casa enorme adosada a la iglesia, donde antiguamente vivía el cura con su hermana. Eso es lo que me han contado al preguntar.

 Hace años que no vive nadie ahí, por eso me llamaron la atención los ruidos. ¿Quién sabe si no será el espíritu del cura aquel? O ¿si es el fantasma de su hermana, que se ha dado cuenta de lo sucio que está todo? El caso es que le he contagiado la curiosidad a Eligio, mi hermano. 

Intentamos ser personas civilizadas y lo primero era entrar por la puerta, pero nada, estaba bien cerrada, aunque le sonaban todas las tablas. Lo intentamos por la ventana, después de hacer auténticos malabares para llegar, ya que estaba muy alta, no había ningún cristal roto y por descontado, también estaba cerrada. Ya envalentonados y dispuestos a entrar en esa casa como fuese, nos dirigimos a la parte de atrás. Por el camino escuchamos ruidos, como si alguien moviese muebles. Esto hizo que Eligio y yo nos pensásemos dos veces seguir con la aventura. Yo estaba dispuesto, pero mi hermano me decía que había alguien viviendo ahí. ¡Vale, entonces llamaremos! Y corriendo regresé a la puerta, con gran esfuerzo moví la aldaba que tenía forma de puño. Nada, ya, ni ruido se escuchaba.

— ¿Y si hay un ladrón escondido?—Me planteaba mi sensato hermano.

—Bien, tendremos que descubrirlo para hablar con la policía.

 De nuevo, en la parte trasera de la casa, nos dirigimos a la puerta por donde antaño saldría el cura al huerto. La puerta hecha de tablones tenía un agujero para los gatos casi a ras de suelo. Esa parte además estaba podrida debido a la humedad. Unos porrazos con una piedra que había cerca nos facilitaron la entrada. Ni que decir tiene que yo iba el primero. La estancia estaba llena de trastos y vacía de luz. Con una pequeña linterna que siempre llevaba conmigo, alumbré hasta llegar a la ventana, abrí los postigos y la luz nos situó en la antigua cocina. Estaba todo bastante sucio y sin huellas de que alguien hubiese estado ahí hace poco. Un pasillo largo y oscuro nos separaba de lo que pensábamos eran las habitaciones. Prendiendo de nuevo la linterna fuimos abriendo las puertas que nos encontrábamos. En una solo encontramos una mesa llena de unos palos largos y blandos. Al abrir la contraventana descubrimos que eran velas largas. Nunca había visto velas casi tan altas como yo. Seguimos nuestra aventura, pero un ruido nos paralizó. Alguien estaba en la habitación que nos disponíamos a invadir. Yo seguía con la linterna en la mano. Mi hermano había cogido una de las velas y la tenía agarrada a modo de bate de beisbol, como si arrearle a alguien un velazo pudiera salvarnos la vida.

La puerta comenzó a abrirse. Muerto de miedo y sin poder moverme, dirigí el haz de luz hacia quien se asomaba.

Un hombre joven con un gorro de lana y pelo naranja nos observaba tan asustado como nosotros. Me llamó poderosamente la atención que tenía una ceja blanca y otra pelirroja.

— ¿Quién eres tú?—Escuché que preguntaba mi hermano.

—Yo soy Vale, ¿y vosotros?—Nos respondió abriendo del todo la puerta.

—Me llamo Eligio y este es Exuperio. Estamos comprobando que todo esté bien en esta casa. Hace tiempo que está deshabitada. —Lo dijo todo como si lo hubiese aprendido para la escuela. —y tú, ¿qué haces aquí? ¿Vives aquí?—Al preguntar esto, yo puse los ojos en blanco. ¿Cómo puede preguntar tal cosa?

—No, no vivo aquí. He venido de muy lejos a conocer la casa de mi abuelo. Yo soy de otro país, al otro lado del Atlántico. —Cierto era que tenía un acento algo cantarín— La verdad que he pasado bastante frío. Ayer dormí en un molino cerca del río. —Nos lo contó como quien necesita explicar algo importante.

—Tu abuelo no pudo vivir aquí, en esta casa solo vivió un cura con su hermana. —Dije yo sospechando del chico.

 Una sonrisa con un encogimiento de hombros fue toda su respuesta.

—Hoy me iré para siempre chavales, no os preocupéis. Eso sí, me gustaría pediros un favor.  Cuando escuchéis hablar de mí, acordaros de que mi abuelo habitó esta casa con una mujer que no era su hermana, sino mi abuela. Mucho tuvo que sufrir ella para ocultar todo.

 Mi hermano y yo nos fuimos con la sensación de haber descubierto algo más que una casa vacía.

Mientras cenábamos con las noticias en la tele, una nos robó la atención a todos.

“Hoy a primera hora de la mañana ha aparecido el cadáver de un joven en el molino del río Llorón. Las primeras hipótesis indican que es un vagabundo que se durmió y no pudo soportar las bajas temperaturas. La documentación que llevaba consigo era de Valentín Juárez, de nacionalidad mexicana.”

En la pantalla aparecía la foto de un joven pelirrojo con una ceja blanca y otra roja. Era el chico con el que esa tarde habían hablado.

— ¡El nieto del cura!—Gritamos los dos hermanos a la vez. Y nos recorrió un frío intenso por la espalda al darnos cuenta de que ese chico estaba muerto desde por la mañana.



Comentarios

  1. Ayyyyyyy que historia de terror Muy bien escrita Me ha mantenido la tensión hasta el final Gracias

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  2. Me encantó . Gracias por compartir

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