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Mostrando entradas de mayo, 2023

La pequeña lectora

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 La joven Zedarri ve un escaparate preñado de libros. Colores, dibujos y letras que llaman su atención. Abre la puerta y el viento la empuja al interior. La campanilla avisa al viejo librero de que un potencial cliente está cruzando el umbral. Su gran sonrisa se desvanece al percatarse de que la clienta es demasiado joven y viene sola. El hombre  rememora su primera visita a “la casa del librero”, una librería del barrio donde vivió de niño. Este recuerdo hace que su actitud cambie.  La niña se pasea por la tienda tocando los libros que le llaman la atención, abre alguno y se queda absorta mirando los dibujos.  De pronto la puerta se abre bruscamente y una mujer acalorada, vestida con vaqueros y una camiseta negra con el nombre de un grupo de rock estampado en la pechera, se abalanza hacia la cría levantando en exceso la voz. Zedarri intenta explicar que le gustaría un libro nuevo; sin embargo, la que parece ser su madre le aclara que ya le compró uno hace unos meses.  El librero escuc

Desde abajo

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Los sonidos me llegan amortiguados, a pesar de estar lloviendo me atrevo a alzar mi mirada y allí, al borde del abismo, un hombre con abrigo gris está sentado con las piernas colgando. Se me corta la respiración. Mi corazón vuelve a latir al ver otra figura, un uniforme aparece detrás de él. Las voces llegan a pesar de la distancia.  No merece la pena vivir, me parece escuchar de los labios del abrigo gris. Yo le gritaría que la vida es maravillosa, pero ¿quién soy yo para ver la vivencia de otra persona con los ojos de mi cómodo vivir? En realidad a veces no es tan cómodo. El uniforme habla y yo escucho. _ ¿Qué te pasa?_ Me parece entenderle.  Bueno, seguro que nada bueno, ¡menuda pregunta para alguien con intención de volar desde las alturas! Ya me gustaría saber a mí que le ha llevado a sentarse en esa repisa. Yo seguiré mi rutina como si nada y estos dos acabarán su día de una manera que ninguno olvidará, especialmente si los dos siguen respirando cuando la noche nos regale la oscu

La paciente

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 Más sola no puede estar, el miedo es su única compañía. En realidad ahora nunca está realmente sola, siempre hay alguna persona a su lado. No le hablan, ni siquiera la miran, pero sí se fijan muy bien cuando alguien intenta comunicarse con ella. La barrera idiomática es como un abismo, y esas personas lo saben usar a su favor. Jamás podrá pedir ayuda, ellas traducen todo lo que ella necesita. El personal sanitario ya ha dejado de intentar comunicarse con ella, ya que siempre se interpone el acompañante de turno. Su estancia en el hospital es un privilegio que se ha ganado, o quizá sea que su cuerpo les renta lo suficiente como para correr el riesgo de su paso por un centro sanitario. La desafortunada "caída" le ha dejado unos cuantos huesos rotos y un sabor amargo. La confianza en que aquel cliente era como los demás le costó cara. Las manos suaves no le prepararon para los golpes que vinieron después. Sus suaves labios no le dejaron desconfiar del monstruo con el que yacía.

El pañuelo

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Asomo la cabeza por la ventanilla del tren, que ya ha tomado velocidad. El pañuelo de lunares que llevo a modo de diadema vuela perdiéndose entre los árboles que pasan cada vez más rápido por mis ojos. Vuelvo a sentarme. Ese viejo pañuelo llevaba conmigo muchos años. Respiro con los ojos cerrados. Ese es todo el duelo que le haré; con él se han ido recuerdos que ojalá se queden enganchados entre los árboles. Sin pedir permiso uno de esos recuerdos, el más antiguo, se cuela en el vagón. La mujer alta, seria y recia abrió la puerta. Aun no lo sabía, pero un rechazo innato se fue instalando desde entonces en su corazón, a medida que yo traspasaba el umbral de la puerta. La presentación fue rápida, todos estaban ya sentado a la mesa. Había llegado tarde, por obra y gracia de un atasco. Al sentarme a la mesa noté el tenso y frio ambiente. Miré al hombre culpable de que estuviese allí, y sus ojos me transmitieron toda la confianza que había perdido por el largo pasillo de aquella casa. La co

Dolor

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 El dolor ajeno es una puñalada que te atraviesa. No puedes quejarte porque esa herida no es tuya, aunque tú sangres. Te tapas la herida como puedes porque tienes que evitar una hemorragia cercana. Tomas aire, respiras que esta vez se hace más difícil. ¿Qué haces cuanto sangras por una herida ajena?  Duele y duele mucho. El dolor de una amiga como si fuera propio.  Qué difícil es manifestar la tristeza y el dolor cuando ni siquiera eres la dueña de él. Duele cuando a alguien querido le abren las entrañas y se las dejan expuestas. Unas entrañas que sin saber cómo se han escapado de dentro sin permiso.  La esquiva felicidad es apuñalada y se esconde para que sea más difícil encontrarla. Te sientes culpable por seguir con tu vida cuando la de tu amiga se ha parado.  Amiga tu dolor es compartido, eso no hace que sea menor el tuyo, pero quizá te ayude a que pese algo menos. Yo sé que va a ser difícil que tus entrañas vuelvan a su sitio. Recuerda que hay mucha gente que va a intentar recompo