Desde abajo

Los sonidos me llegan amortiguados, a pesar de estar lloviendo me atrevo a alzar mi mirada y allí, al borde del abismo, un hombre con abrigo gris está sentado con las piernas colgando. Se me corta la respiración. Mi corazón vuelve a latir al ver otra figura, un uniforme aparece detrás de él. Las voces llegan a pesar de la distancia. 

No merece la pena vivir, me parece escuchar de los labios del abrigo gris. Yo le gritaría que la vida es maravillosa, pero ¿quién soy yo para ver la vivencia de otra persona con los ojos de mi cómodo vivir? En realidad a veces no es tan cómodo. El uniforme habla y yo escucho.

_ ¿Qué te pasa?_ Me parece entenderle. 

Bueno, seguro que nada bueno, ¡menuda pregunta para alguien con intención de volar desde las alturas! Ya me gustaría saber a mí que le ha llevado a sentarse en esa repisa. Yo seguiré mi rutina como si nada y estos dos acabarán su día de una manera que ninguno olvidará, especialmente si los dos siguen respirando cuando la noche nos regale la oscuridad.

 Un grito detrás de mí hace que me gire con brusquedad, dando al mismo tiempo un pequeño brinco hacia atrás. Una mujer que por edad podría ser mi madre, está parada mirando hacia arriba y con las manos en ambas mejillas. Tomo aire y sin pensar me acerco a ella. Cuando la voy a tocar me doy cuenta de que está susurrando algo casi ilegible. Mi mano en su hombro hace que baje la mirada y me mira sin verme. Y ahora sí le entiendo perfectamente, "mi hijo". 

En mi cabeza se forma la historia, la relación, lo que no consigo encajar es la última pieza. ¿Por qué? 

Mientras se está formando un corrillo de gente que mira a las alturas, tomo a la mujer de los hombros y la invito a sentarse en un banco cercano. El llanto de la mujer ya es más que evidente. 

Me pregunto que decir en una situación así a una madre que cree que su hijo va a saltar de una altura de cuatro pisos. 

Un golpe seco, un silencio sepulcral que se rompe a los pocos segundos con los gritos de personas curiosas que se llevarán a sus casas la imagen de un joven reventado contra el suelo. 

La mujer a la que tengo agarrada se incorpora con tan agilidad y premura, que ni tiempo me da a retenerla. La mujer va apartando los cuerpos de los curiosos que protestan al ser empujados por la menuda mujer. 

Un grito interrumpe los murmullos, me acerco haciéndome camino. La señora está mirando el despojo que hay en el suelo. La vuelvo a abrazar, casi me siento parte de ese dolor. 

_ Lo ha hecho, lo ha hecho. Llevará este peso en su alma para siempre; sin embargo, me alegro tanto. _ La oigo decir muy bajito. 

No entiendo o no quiero entender lo que dice. Me atrevo a mirarla a la cara y algo parecido a una sonrisa se dibuja al mirarme fijamente. Una mano aprieta la mía y tira de ella arrastrándome fuera de la multitud. Nos acercamos a un portal donde un uniformado está sentado en el suelo con la cabeza entre las manos. Mi acompañante se abalanza hacia él. Quise impedirlo, ese hombre solo había intentado impedir la tragedia. Un abrazo intenso los fundió al mismo tiempo que a mi entendimiento.

_ Tenía que hacerlo mamá. _ Le escuché decir al chico de uniforme. 

_ Tranquilo, ya está, yo estaré a tu lado, pase lo que pase._ Le susurraba entre lágrimas la que ahora sabía que era su madre. 

_ Mi hermana se lo merece, ese desgraciado le ha roto la vida, a ella y a todos. Algún día mis sobrinos me entenderán, aunque ahora me odien. La muerte de Elsa, la hermana que me llevó de la mano tantos años, no podía quedar impune. _ Le decía entre lágrimas ese uniforme de corazón roto. 

_ La justicia no tenía pruebas, aunque nosotros sabemos que fue él, Me da rabia, que aparte de matar a mi hija te haya destrozado tu futuro. No obstante, yo estaré a tu lado siempre. Y mis nietos algún día comprendan, aunque no aprueben lo que has hecho. 

Metiéndome las manos en los bolsillos, me doy la vuelta y sigo mi camino. Hoy he aprendido que nada es lo que parece.



Comentarios

  1. No tengo palabras Que fuerte y que imaginación Ángela GENIAL CADA DÍA ESCRIBES MEJOR

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