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Mostrando entradas de agosto, 2022

¿Prejuicios?

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 Hoy paseando me he cruzado con una estampa poco menos que curiosa. Llegando a un conocido centro comercial de mi ciudad, me fijo que hay dos hombres con aspecto de ser árabes, pero eso no es lo que roba mi atención. Lo que me sorprende es el hecho de que uno le está sacando fotos al otro sin otro fondo que el propio centro comercial, que, por otra parte, no tiene ningún atractivo que no sea el puro comercial. Lo primero que pienso es que esas fotos saldrán en las noticias como el "antes" de que algún artefacto estalle dentro.  Me recrimino a mí misma por racista y porque mi mente tenga esos prejuicios. Y me obligo a creer que solamente son dos amigos de visita en la ciudad y están haciendo la gracia de sacarse una foto delante del centro comercial.  Sigo a mis cosas, sin embargo, no sé por qué no me quito de la cabeza a los dos hombres, yo no me declaro racista, pero mi mente está contaminada de todas esas noticias que nos hacen clasificar a las personas por su estatus socia

Exceso de amor

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 Oigo murmullos a través de la ventana. Cuando me asomo veo a mi madre y a mi hija compartiendo charla en el jardín. Están sentadas alrededor de una mesa redonda y se sirven una limonada que a mi madre le sale muy rica. Entreabro la ventana para escuchar de que hablan.  _ Abuela, me gustaría ser como tú. Quiero aprender a ser tú. ¿Qué me aconsejas? _ Le oigo decir a mi hija mientras se sirve la limonada que tanto le gusta.  _ Bea, no quieras ser yo. Debes ser tu misma, pero si me pides consejo de cómo vivir…   _ Si, abuela ¿Qué le dirías a mi abuela de 8 años que se miraba fijamente al espejo o a la adolescente que no sabía qué hacer porque su cuerpo está cambiando; que decir y a la joven que salía de fiesta por primera vez? Noto como mira a su nieta con ojos tiernos, esos que nunca me dedicó a mí cuando tenía su edad. Y afino mi oído.  _ Desde este futuro que soñó tan diferente al que de verdad es, le digo, o más bien le grito. "Vive tu vida no solo mirando hacia adentro. Sueña y

La pelota verde y roja

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Salustiano iba paseando por esa ciudad, tan verde y bonita. Era un hombre ya maduro que superaba los cuarenta. Ese día iba pensando en sus cosas, cuando sus ojos se toparon con un objeto verde con una raya roja. La inercia le hizo pasar de largo, pero algo en su interior le hizo volver sobre sus pasos y fijarse en la pelota. Un flash mental que le hizo tambalearse, le vino a la memoria. Como si fuera una película vio a dos niños de unos seis años. Estaban en una zona arbolada, el sonido del río apenas dejaba oír sus risas. Los niños jugaban con una pelota verde con una línea roja; uno de ellos le dio una fuerte patada y la bola dibujando una parábola en el aire, fue a parar al río, donde la engulló la fuerza del agua. Uno de ellos se enfada y le da un fuerte empujón a su hermano gemelo. La cabeza del chaval se golpea contra una piedra y queda inerte. El niño enfadado se asusta mucho. Sabedor de que ha matado a su hermano, mira a su alrededor. Le llama la atención la presencia de un hom

Un pueblo tranquilo

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 He venido a este pequeño pueblo a relajarme y a desconectar de la vida de la ciudad. Hasta ahora los únicos habitantes con los que me he topado son un par de perros, algún desconfiado gato y las vacas que veo en los prados, cuando paseo al anochecer. Sí, es un pueblo pequeño donde no pasa nada. Hoy para variar he visto a dos mujeres. Una de ellas estaba en su huerta y la otra hablaba con ella por encima de un pequeño muro de piedra que delimita el huerto.  Ellas aún no me pueden ver, pero yo les oigo perfectamente. Me paro a contemplar la estampa y les escucho su cháchara.  _ Sí, el marido la dejó. ¡Fíjate que mal hombre! Encima la dejó para irse con la otra, sí, aquella rubia, ¿no te acuerdas que la hemos visto alguna vez? _ le contaba a la hortelana, la que estaba fuera.  _ ¡No me digas! Si aquella rubia parecía una pilingui. Selma María no se merece ese trato, después de todo lo que la mujer ha tenido que pasar por culpa de la familia de él.  Yo en esos momentos pongo la oreja. ¡Va

En el altar

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Me encuentro en la iglesia, en esta celebración tan especial. Parece mentira que con una relación tan corta se puedan crear sentimientos tan intensos. En los primeros bancos se encuentran su familia y sus amigos, sus caras lo dicen todo. Este gesto universal que proclama el amor que se le tiene a alguien. Le miro en su puesto privilegiado delante del altar, y recuerdo esos momentos que compartimos. Nos conocimos un día en el que yo no quería hablar con nadie, y para eso, nada mejor que salir a caminar por el monte. Me gusta subir a ese monte. Al que yo suelo ir llegas hasta unos acantilados donde la visión del mar y de toda la bahía te dan la serenidad que en esos días malos, busco. Nos encontramos justo al inicio de la subida. Al principio nos saludamos, y caminamos en silencio. En un momento en el que mi pie resbaló, me ayudó a levantarme y le miré a los ojos. Esos ojos hablaban a gritos, aunque en ese momento yo no supe escuchar. Proseguimos nuestro ascenso, ya entre charlas y risas