La pelota verde y roja


Salustiano iba paseando por esa ciudad, tan verde y bonita. Era un hombre ya maduro que superaba los cuarenta. Ese día iba pensando en sus cosas, cuando sus ojos se toparon con un objeto verde con una raya roja. La inercia le hizo pasar de largo, pero algo en su interior le hizo volver sobre sus pasos y fijarse en la pelota. Un flash mental que le hizo tambalearse, le vino a la memoria.
Como si fuera una película vio a dos niños de unos seis años. Estaban en una zona arbolada, el sonido del río apenas dejaba oír sus risas. Los niños jugaban con una pelota verde con una línea roja; uno de ellos le dio una fuerte patada y la bola dibujando una parábola en el aire, fue a parar al río, donde la engulló la fuerza del agua. Uno de ellos se enfada y le da un fuerte empujón a su hermano gemelo. La cabeza del chaval se golpea contra una piedra y queda inerte. El niño enfadado se asusta mucho. Sabedor de que ha matado a su hermano, mira a su alrededor. Le llama la atención la presencia de un hombre alto, moreno y fornido que se le acerca con decisión.
Unas voces le hacen volver al presente, sin saber muy bien lo que ha pasado. ¿De dónde ha venido ese recuerdo? Porque está seguro de que es un recuerdo.
Se vuelve y ve un hombre como si un espejo le devolviese su imagen. Ambos se miran sorprendidos y paralizados, incapaces de moverse ni de apartar la vista uno del otro.
Se oye la voz de un niño llamando a su padre, que tomándole de la mano no puede creer la estampa que está presenciando. Reconoce a su padre por la ropa que sabe que lleva puesta.
_ Papá, este señor es igual que tú._ Le grita sacando a su progenitor del trance.
Ninguno entiende nada al principio. Salustiano es el que menos entiende.
_ Críspulo ¿Eres tú?_ Dice en voz baja el padre del chiquillo, removiendo las entrañas del que tiene enfrente.
_ Me… Me llamo Salustiano. Aunque el nombre que has dicho no me resulta desconocido _ Le contesta con voz trémula, el aludido.
Al cabo de un rato, Baudilio y Salustiano están sentados con una cerveza delante y con una historia que contarse. A esas alturas, Salustiano, ya se hace algo de idea de quién es el hombre que tiene delante.

Han pasado unas cuantas semanas y tras el desconcierto inicial, la historia se ha ido componiendo en la cabeza de Salustiano. Con la ayuda de su hermano, que le va contando, a menudo entre lágrimas, lo que pasó aquella tarde en la que sus vidas cambiaron.

Baudilio y Críspulo, que ese era su nombre de bautismo y no Salustiano como él pensaba, jugaban con la pelota culpable de tal drama. El niño cayó al suelo y quedó inconsciente, pero no muerto, como su asustado hermano creyó. Cuando despertó no encontró a nadie. Fue a casa muy enfadado con su hermano, ya que le había dejado allí solo y tirado. Cuando sus padres se enteraron de lo sucedido, comenzó el calvario que duraría toda su vida. Suponiendo que se había escondido o quizá había intentado recuperar la pelota, le buscaron por el monte y por el río. Estuvieron buscando durante semanas, no solo ellos, los vecinos y los cuerpos de seguridad colaboraron hasta que dieron por imposible encontrar al niño. Parecía que se había evaporado. Su madre se sumió en una tristeza que se le incrustó en el alma hasta que unos años más tarde se la llevó por delante. Su padre se obsesionó de tal forma que todos los días salía al monte en busca de su hijo perdido. Antes de ir a trabajar iba cada día por un camino diferente y los días que no trabajaba pasaba el día en el monte revisando el terreno palmo a palmo. Uno de esos días no volvió y al día siguiente lo encontraron en el fondo de un barranco. Por entonces Baudilio ya era un joven que sabía ganarse la vida.

Cuando acabó el relato de la desaparición, le pidió que contase lo que le había sucedido. ¿Dónde se había metido todos esos años?

El gemelo comenzó a contar y a entender muchas cosas que en su cabeza siempre estaban como desconectadas.

Aquel día, pensaba que su hermano estaba muerto, y cuando aquel hombre desconocido y oportunista se le acercó, se creyó aquellas palabras que le condenaban y le prometían una salvación. Se fue con el que más adelante llamó "padre". Conoció a la que a partir de entonces sería su madre. Se fueron a otra ciudad alejada de la suya, se cambió el nombre. Eran otros tiempos, no fue difícil fingir que habían perdido todos los papeles en un incendio cuando estaban de vacaciones. Y comenzó a adaptarse a su nueva vida. Le trataron bien. Su padre ya había fallecido, en cambio, su madre vivía en una residencia, padece un Alzhéimer que la está consumiendo en vida. Cuando  empezó su demencia, decía cosas que ahora cobran todo el sentido, pero que en su momento a Salustiano le parecían barbaridades.





 

Comentarios

  1. Felicidades Siempre me sorprendes Genial relato de tristeza pero a la vez con esperanzay alegria por el reencuentro

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