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Mostrando entradas de enero, 2022

¡Qué hay abuelo!

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 Me imagino como me verán desde fuera. Un anciano algo encorvado que pasea al ritmo de su bastón. Todas las mañana sale del portal, y pasando por delante de la frutería, saluda a Lucas; para seguir hasta la esquina que le lleva a su destino. Un destino que hoy será el mismo de todos los días, pero con un fin diferente. Lo he pensado mucho, y ya no hay marcha atrás. Lo que ayer comencé hay que terminar hoy. Ha sido una muy difícil decisión, sin embargo, todo ha comenzado ya.  No sé en qué momento se torció el destino. Quizá fue el primer porro que le consentí. Total ¿quién a cierta edad no tontea con esas cosas? Algún día llegó borracho, aunque los jóvenes se emborrachan de vez en cuando. Lo mismo ese fue el error, suponer que todo era normal. Me comencé a preocupar el día en que su abuela se dio cuenta de que le faltaba dinero. De ahí en adelante todo fue a peor. O nos robaba el dinero o nos lo pedía con tal violencia que preferíamos dárselo. Su abuela, la mujer que siempre me hizo fel

Abuela soltera

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 Elena no entiende por qué su abuela materna nunca se casó. Zita le intenta cambiar el tema cada vez que su nieta le pregunta, para ella no es solo un recuerdo doloroso, es el peso de las malas decisiones tomadas. Quizá ya haya llegado la hora de revelar a alguien todo eso que lleva dentro. Un día que Elena vuelve con el asunto, por fin se decide y comienza su relato. Mira Elena, yo era una chica como tú, era bonita y gustaba a los chicos. Un día en las fiestas del pueblo, por fin el chico que me gustaba, Agustín, me pidió bailar. Yo no cabía en mí de la emoción. Agustín era el cuñado de mi hermano Restituto, el mayor de los nueve hermanos que éramos. _ Abuela ¿tenías nueve hermanos?   A mí Agustín me gustaba desde hace tiempo, pero una chica decente no iba por ahí persiguiendo a un chico. Aquel primer baile fue maravilloso. Era como flotar. No dejamos de mirarnos a los ojos, ni de bailar. Entre baile y baile no nos soltábamos como si el hecho de soltarnos hiciera que se rompiera la ma

El miedo

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 Acabo de llegar al pueblo para pasar un par de días, en la casa que fue de mis abuelos. Entro y lo primero que hago es abrir las ventanas para que entre un poco de aire y luz. Meto en la nevera la comida que he traído y, suena el timbre de la puerta.  _ Ana Mari hija, ¿Qué haces aquí? Me pregunta la vecina que le ha faltado tiempo para venir a saludar.  _ Hola Lucinia, voy a pasar un par de días por aquí. A tomar un poco de aire fresco.  _ ¿Tu sola? Mira que eres muy miedosa. Aún recuerdo el mal rato que pasaste cuando el Toby se sentó en esta puerta y tú no te atreviste a entrar en casa. Allí en aquel poyal estuviste más de una hora sentada. Y todo por no espantar al perro.  _ Bueno, pero eso no me volverá a pasar. Toby y yo al final nos hicimos amigos.  _ Vale hija, ya sabes que cualquier cosa que necesites me tienes ahí enfrente.  Al rato de la visita de Lucinia, vuelven a llamar a la puerta. Esta vez es Erundina que viene acompañada de su hijo Andrés.  _ Hola Ana Mari, ya me dijo

Los miércoles en la biblioteca

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 El paseo hasta la biblioteca es agradable. Voy pensando en el libro que llevo debajo del brazo. He pasado unos días estupendos disfrutando de esta historia de amor. Me gusta la novela histórica y romántica, pero que no empalague.   Subo despacio las escaleras, tomo el libro entre mis manos, y lo miro con agradecimiento y a modo de despedida antes de entregarlo a un joven que sustituye a Lourdes, la que siempre me recomienda algún libro. Hoy seré yo la que buscaré entre los estantes.  Me dirijo en primer lugar hacia la sección de novela histórica, ahí siempre acierto. Hay una persona recorriendo con su dedo los lomos de los libros. Me quedo embobada mirando su dedo, es algo hipnótico. Parece como si con solo tocarlo pudiera saber algo de cada libro. Se vuelve y me mira. Esa mirada que atraviesa el alma, es una mirada clara y limpia. Además, la acompaña de una ligera sonrisa, que achica sus grandes ojos. Yo le devuelvo la sonrisa, con un sonrojo poco habitual en mí, y muevo la cabeza a

El último año

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 Mi abuela escribió una carta que hoy leo. " Hoy es el último día del año y me siento triste y alegre a la vez. En este año he tenido tantas vivencias que me abruman los días en blanco del año nuevo. Han sido vivencias buenas y no tan buenas, incluso alguna mala. He reído y llorado. El desamor llamó a mi puerta, pero no le dejé entrar. El amor venció la dificultad. La enfermedad me rozó, pero ni llegó a tambalearme. La muerte esquivó mi particular patio.  Me preguntan ¿Qué le pido al nuevo año? Que la enfermedad ni me roce, que la risa sea protagonista, que las personas amadas me rodeen y me puedan besar. Que la muerte siga esquivando mi patio. Que las dificultades me hagan fuerte y me enseñen lecciones que aún no sé. Que los "no" sean menos. " Su año no fue tan bueno como le hubiese gustado. La enfermedad, esta vez no le rozó, la arroyó con tal fuerza que en su patio entró la muerte, por partida doble. Primero el amor de su vida se fue calladamente, sin que nadie n