El miedo

 Acabo de llegar al pueblo para pasar un par de días, en la casa que fue de mis abuelos. Entro y lo primero que hago es abrir las ventanas para que entre un poco de aire y luz. Meto en la nevera la comida que he traído y, suena el timbre de la puerta. 

_ Ana Mari hija, ¿Qué haces aquí? Me pregunta la vecina que le ha faltado tiempo para venir a saludar. 

_ Hola Lucinia, voy a pasar un par de días por aquí. A tomar un poco de aire fresco. 

_ ¿Tu sola? Mira que eres muy miedosa. Aún recuerdo el mal rato que pasaste cuando el Toby se sentó en esta puerta y tú no te atreviste a entrar en casa. Allí en aquel poyal estuviste más de una hora sentada. Y todo por no espantar al perro. 

_ Bueno, pero eso no me volverá a pasar. Toby y yo al final nos hicimos amigos. 

_ Vale hija, ya sabes que cualquier cosa que necesites me tienes ahí enfrente. 

Al rato de la visita de Lucinia, vuelven a llamar a la puerta. Esta vez es Erundina que viene acompañada de su hijo Andrés. 

_ Hola Ana Mari, ya me dijo tu madre que ibas a venir. Pasábamos a saludar y decirte que si necesitas cualquier cosa ya sabes dónde estamos. 

_ Yo quería darte mi número de móvil por si me necesitas para algo o te apetece tomar un café o una copa. Estos días no hay mucha gente por aquí. Se ofrece Andrés.

_ Muchas gracias Erundina.  Y a ti Andrés te lo agradezco, lo mismo te llamo para dar un paseo, que ya sabes lo miedosa que soy para andar por esos caminos yo sola. 

Cuando estoy sola de nuevo, miro mi pequeña maleta aun sin abrir, y me doy cuenta de que aún no he subido a la habitación del piso de arriba, ni para ventilar. Tomo la maleta y con una respiración más fuerte de lo normal, me armo de valor para subir las escaleras de madera que me separan de lo que será mi cama estos días. Al llegar al rellano, me paro e intento no pensar en la de veces que he tenido que bajar corriendo porque los ruidos en la oscuridad me asustaban de pequeña. Sigo adelante y al llegar arriba lo primero es encender la luz del distribuidor donde hay cuatro puertas cerradas. Yo sé lo que hay detrás de cada una; tres habitaciones y la cuarta es un baño. Abro la que siempre es mi habitación y con la luz que hay me dirijo hacia la ventana para abrirla y que el aire se renueve un poco. Al volverme ya con la luz natural iluminando la estancia, lo veo. Ahí casi en medio, entre las dos pequeñas camas, hay lo que parece un muerto. Un escalofrío me recorre la columna y salgo corriendo y me meto en el baño cerrando la puerta por dentro. Intento controlar la respiración que se me ha desbocado y sentada en el suelo analizo la situación. Hay un cadáver en mi habitación, yo estoy encerrada en el baño y sin saber qué hacer. 

Al menos no he dejado abajo mi móvil. Puedo avisar a alguien. Llamar a los sanitarios, creo que ya no tiene mucho sentido. A la policía, quizá tenga que dar luego muchas explicaciones. Todo esto iba pensando cuando llego a la conclusión que me tengo que deshacer del finado. Sin embargo, me da mucho miedo hacerlo sola, así que aprovechando que Andrés se prestó a cualquier cosa le llamo. No han pasado dos minutos de mi llamada, cuando oigo el timbre de abajo. Salgo disparada, escaleras abajo y abro la puerta echándome a sus brazos. 

_ No te he entendido muy bien. ¿Me acabas de decir que hay un cadáver en tu habitación? Repite desconcertado Andrés, que no daba crédito a lo que la vecina le decía. 

_ Sí, está arriba y no sé qué hacer. Quiero sacarlo de casa, pero como comprenderás no lo voy a hacer así sin más. 

Andrés con los ojos como platos la separa de sí y le mira a la cara. 

_¿Como que sacarlo de casa? ¿Habrá que llamar a la policía? Y saca su móvil del pantalón con la intención de marcar. 

_ Quizá antes de llamar es mejor que lo veas y, me des tu opinión. Ya verás como con que me ayudes a sacarlo y enterrarlo en el jardín es suficiente. 

El joven no sale de su asombro, pero mira hacia arriba y cargándose de un valor que no tiene, sube las escaleras. Con las piernas temblando y el corazón desbocado; entra en la habitación que le señala. Mira hacia un lado y a otro, incluso se agacha para mirar debajo de las camas, pero allí no hay ningún fiambre. Se vuelve y mira con ojos interrogantes a Ana Mari, que ha subido tras él.

_ No lo ves, está ahí. Dice la joven casi gritando. Y da un paso atrás cuando se da cuenta de que cerca de la mesilla de noche hay otro. Ves allí hay otro. 

Andrés se relaja y la mira no sabe muy bien que hacer, si estrangularla o dejarla por imposible, pero lo que no puede reprimir es una sonora carcajada. 

_ ¿Me has llamado para sacar estos cadáveres al jardín? 

_ ¡Sí, claro! Le responde muy seria.

_ Perfecto, dame la escoba y el recogedor y sacaré a las cucarachas muertas de tu habitación.



Comentarios

  1. Ja ja ja Pobre Ana M.
    Un relato genial q te saca una sonrisa
    El Giro final impresionante
    Sigue así escribiendo y emocionando me todos los lunes Gracias

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  2. Muy bueno. Menuda chispa tiene la Ana Mari

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  3. Ja ja qué intriga y que buenooo el final😃👍👍👋👋💖💖💖

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