A cientos de millas
No me lo puedo creer, estoy a cientos de kilómetros, bueno de millas, que en el mar, la distancia se mide por millas. Como decía estoy a cientos de millas de mi Galicia natal. Una Galicia que solo me ha dado dolor, sufrimiento y le tengo que agradecer muy poco. Entre las pocas cosas que le tengo que agradecer una de ellas, la tengo pegada a mí. Es una preciosa niña de cuatro años que va a ser feliz. Yo quiero que sea feliz y por ella he dejado todo lo conocido. En esa tierra dejo padres y hermanos que espero olvidar pronto. También dejo, amigos y enemigos, a los primeros me costará olvidar y a los segundos, ya ignoro su mísera existencia. Estoy en una litera, donde mi hija apenas se puede sentar sin pegarse con el techo del camarote. A mí me parece un palacio. Huelo la libertad, el futuro sin dolor y la felicidad de mi hija. Dejo atrás las miradas de lástima, y las espaldas vueltas. Aún me pregunto cuál fue mi pecado. Siempre llego a la misma conclusión, mi mayor error fue haber na