Noche de guardia

 Son las tres de la madrugada. Me toca trabajar de noche y la planta está tranquila. Bueno más o menos. Hace un par de horas ha ingresado un paciente que está bastante desorientado y nervioso. Es una persona mayor, y a veces cuando ingresan se desorientan. 

Acabo de vislumbrar algo en el pasillo. No me lo puedo creer. Voy corriendo al control y sale la enfermera a mi encuentro. Al asomarse repara en Gelasio, que se ha levantado; desnudo en medio del pasillo. Nos acercamos a él con la intención de devolverlo a la cama. Gelasio no está por la labor, se pone un poco "chulo" y no hay manera. La enfermera va a llamar al médico y de paso a seguridad por si acaso.  Mientras tanto, no sé cómo he conseguido llevar a la habitación al "alborotador". Al final sin medicación se ha metido en la cama. A ver cuánto dura. El médico por si acaso ya ha dejado pautada algo de medicación. 

Y cuando estoy llegando al control, oigo un ruido a mi espalda. ¡Otra vez! Aprovecho que está el chico de seguridad. 

_ Si, ya lo veo. Me dice cuando le explico la situación. Vamos a intentar que se meta en algún sitio que no moleste. 

_ Bueno, ahí en el almacén. Es el único sitio donde encerrarle. 

Los dos le perseguimos por el pasillo. Ha estado a punto de meterse en la habitación del paciente que ingresó ayer con insuficiencia cardiaca. Le tenemos acorralado, y únicamente tiene una salida; meterse en el almacén. ¡Ya por fin!

Jaime, el de seguridad, se desprende de la chaqueta, se pone los guantes y saca la porra que lleva metida en una funda en el cinturón. 

_ ¿Qué vas a hacer? Pregunta la enfermera que estaba tan concentrada escribiendo el evolutivo que no se había enterado de nada, hasta ahora.

_ Darle su merecido. No os preocupéis, yo me encargo. Nos dice Jaime abriendo la puerta y entrando donde hemos encerrado al susodicho. 

_ ¡Pero qué vas a hacer loco! Grita Marisa llevándose las manos a la cabeza. 

Al otro lado de la puerta oímos algún ruidito, hasta que bruscamente un fuerte sonido nos sobresalta. A partir de ese momento todo son ruidos, gritos, chillidos estridentes. Y yo con mi propia lucha para que Marisa no abra la puerta. 

Grita en susurros, que va a llamar a la policía, que eso no se puede hacer. Yo la miro extrañada y la sujeto por el brazo con fuerza. La caída de objetos y los chillidos siguen. Yo intento hablar bajo y explicarle. Marisa se me escurre como una anguila justo cuando un silencio brutal nos paraliza. 

Jaime abre la puerta y se asoma con cara sudorosa, su gorra ya no cubre su calvicie, la camiseta por fuera del pantalón, sus brazos al descubierto y con alguna salpicadura de sangre en las manos. 

_ Por fin, ya acabó todo. Lo he matado.

La cara de Marisa se vuelve blanca y en la mía aparece una sonrisa de satisfacción, cuando a nuestra espada una voz nos sobresalta.

_ ¡Lo habéis atrapado! ¡Menos mal! Por fin podré dormir algo. 

Al volvernos vemos a Gelasio en "pelotas" aplaudiendo y es cuando Marisa no entiende nada. La miro y mientras intento controlar un ataque de risa, señalo la mano en que Jaime sujeta un ratón enorme.





Comentarios

  1. Muy muy buenoo lo del ratón lo que menos me podía imaginar sublime a por el proximooo👋👋👋👋🥰🥰🥰🥰💞💞

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  2. Pero q susto Muy bien escrito Ole Me ha gustado

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