El juguete más preciado
Kioni es la mujer keniata que cuida a mi madre. Es dulce y paciente con ella. Reconozco que no es fácil tratar la mujer que me dio la vida. Un día estábamos tomando un café en la cocina, hablando de naderías, cuando me preguntó cuál era el juguete que más ilusión me había hecho en mi vida. En ese momento me retrotraje a aquel séptimo cumpleaños, donde recibí a Emilia. Yo quería una muñeca diferente a todas las demás. Quería que fuese especial y que quien la mirase supiese que era mía. Y ya lo creo que así fue. Emilia, mi muñeca, era negra. Era del tamaño justo, ni grande ni pequeña; tenía los ojos verdes y el pelo rizado. Yo la vestía con los vestiditos que mi abuela le hacía, y con los que mis torpes manos confeccionaba con los retales que a mi madre le sobraban de su trabajo. Mi tía Ana me regaló un pequeño capacho, que en principio era para jugar a las compras, pero que sirvió de transportín a mi Emilia. La llevaba a todos los lados conmigo. Recuerdo que le hice un vestidito de c