Penitencia
Estoy en esta cárcel rodeado de abundancia y de atenciones, pero no deja de ser una cárcel. Hoy seré libre, quiero liberarme de la prisión que solo mis actos se ganaron. ¿Cuál fue mi primer error de la serie que cometí en mi vida? Lo recuerdo perfectamente, fue un miércoles cuando a ella se le cayó el libro de matemáticas y yo me agaché a recogerlo, al devolvérselo nuestros ojos se cruzaron y con una gran sonrisa dijo su primer "chispas". Ese fue el catalizador del resto de mi vida. Estuvimos juntos hasta el fatídico día que la mala suerte se me metió en el cuerpo y no supe desprenderme de ella. Aquel día su hermano, como siempre, se metía con nosotros, le gustaba mucho chincharnos, pero ese día yo no estaba de humor. Mi chica se había enfadado conmigo, ya no recuerdo porque tontería, el caso es que no estaba para bromas. Él se puso delante de mí, diciendo que dejase en paz a su hermana, y mi acto reflejo e inocente, pero fatídico fue darle un empujón con el que acabó en el suelo golpeándose contra el bordillo de la acera. Al verlo allí tirado blanco y con un reguero de sangre saliendo de su nuca, me paralicé y su hermana corrió hacia él con la vana intención de que todo fuese una broma. Todo fue rápido y lento a la vez, el chaval ya no respiraba y la chica de la mirada azul apagó su alegría y la mía. Tras declaraciones y juicios salí indemne legalmente hablando.
Con mi familia me trasladé de ciudad, pero ya nada en mí fue igual. Yo quería retomar la relación con Irene, que así se llamaba aquella niña de mirada alegre. Pero ellos pusieron todos los medios a su disposición para evitarlo. Les culpaba de mi infelicidad. Hice algún amigo y procuraba estar el mínimo tiempo posible en casa. No soportaba esas miradas de reproche y a la vez sus palabras condescendientes. Mi padre me propuso sacarme el carnet de conducir y así podría ayudarle en su trabajo, ya que había dejado los estudios. Otro error garrafal al que echarle la culpa de mi condena. Unos meses después de tener el preciado carnet en mis manos, tuve una fuerte discusión con mi progenitor y me marché de casa cogiendo las llaves de su coche y dando un fuerte portazo. El último portazo que daría en mi vida.
Una llamada de teléfono les despertó a altas horas de la noche, la frase lapidaría que escucharía mi padre, a mí nunca me llegó. Cuando llegaron al hospital el diagnóstico les envejeció veinte años en un minuto.
Han pasado tres lustros desde aquel día y ha habido momentos malos y peores, de los que he aprendido que vivir no es solo respirar. Mi madre me ha cuidado con toda su dedicación y cariño, a pesar de que yo le devolvía amargura y desprecio. Ese accidente me seccionó la medula a nivel cervical y mi cuerpo dejó de recibir todas las órdenes formadas en mi cerebro. Mis únicas alegrías han sido la tecnología adaptada y la chica que ayuda a mi madre. Ella hoy me ayudará a mi liberación. En las redes he conseguido el veneno y Nyla (la cuidadora) me lo dará esta noche. Es algo rápido e indoloro eso me han asegurado.
Mi madre ha hecho empanadillas, mi plato favorito, algo así como la última concesión al reo antes de morir. Mi vieja se llevará el disgusto del siglo cuando mañana me encuentre fiambre, pero por otra parte será una liberación que le debo. Desde el accidente he sido su tarea diaria, su dedicación absoluta. Dejó el trabajo desde que me dieron el alta y nunca más se tomó ni un solo día de vacaciones.
Por fin llegan las empanadillas, son de bonito, riquísimas. Nyla me las da con cuidado y con su siempre eterna sonrisa, a pesar de mi carácter, ella nunca me ha puesto mala cara. Al fin llega el postre con el que van unas pastillas grises que serán mi salvación. Las trago con decisión, pero reconozco que con algo de miedo. Un sueño incontrolable me invade, pero recuerdo que no le he preguntado a Nyla como fue la recogida. La oigo lejana decirme que se las entregó una chica de ojos azules muy guapa que le dijo _ "chispas" que le vaya bonito.
Genial muy bien escrito No defrauda Te estas empoderando mucho SIGUE ASI
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