Buscando una vida
El triste adiós de aquellos que dejé atrás, me encogió el alma. Según se alejaba el barco, mi ánimo se hundía en este mar que me prometía una nueva vida. Al enfrentarme al gentío lloroso que poblaba la cubierta, me llamó la atención una mujer joven con una niña agarrada de su mano. La joven tenía más o menos mi edad y destacaba su sonrisa entre tanta tristeza. Fuera de primera clase, la gente compartía camarote con diez personas, cuando no se colaba alguna más. Así que decidida a no quedarme sin mi camastro por muy humilde que fuese, salí de cubierta. Me acomodé en una litera en la parte de abajo sabiendo que la cama superior sería habitada por alguien, aunque mi miedo a caerme superó las posibles molestias que esa pasajera en cuestión me causaría. Enseguida comenzaron a llegar más mujeres, todas llorosas. Nos mirábamos de reojo al principio, luego nos fuimos presentando. Algunas eran hijas de algún empresario que las reclamaban, aunque no se podían permitir los pasajes en primera;