Mi valiosa esposa
Que ganas tengo de llegar a casa. Estoy agotado. Subo la escalera pensando en mi recién estrenada esposa, las ganas que tengo de tenerla de nuevo entre mis brazos. Cada día me sorprende con algo, ya veremos que me tiene preparado hoy. Al abrir la puerta se me posa un frío estremecedor en mi espalda. No oigo la voz cantarina de Edita. Antes de llegar a la habitación que compartimos, me detengo en seco, al ver a mi mujer sentada en el suelo del aseo. Está acurrucada, llorando, apoyada en la lavadora que ocupa casi todo el espacio del baño. Acercándome con el corazón encogido, le pregunto qué es lo que le pasa. Levanta su cara despacio y me percato de que su llanto es genuino. Las manchas del rímel corrido por toda la cara y sus ojos rojos me dicen que lleva mucho tiempo llorando sin consuelo. Me siento a su lado en el suelo y la abrazo. _ Cuéntame, ¿qué sucede? Le susurro al oído. _ En el garaje… no se cerraba la puerta. Me intenta explicar entre hipidos. _ Y unos chicos entraron … _