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Mostrando entradas de septiembre, 2022

El secuestro

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 Vivo en una casa grande, con jardín y piscina. Lo que más me gusta es jugar y correr por el gran jardín. Mi familia es maravillosa, me quiere y está muy pendiente de mí y de mis necesidades. Yo sé que no todos tienen esta suerte. Hoy tumbado en el jardín he estado recordando.  Recuerdo que siendo muy pequeño vivía en otra casa, era fría, pero el calor de mi mamá y mis hermanos lo suplía con creces. Un día encerraron a mi mamá en un cuarto y entraron unos señores al lugar donde habíamos quedado mis hermanos y yo. Escuchábamos a mamá gritar y llorar, pero nadie le hacía caso. Esas personas nos tocaban y nos alzaban en brazos, algunos dulcemente y otros con brusquedad.  Hubo una señora con cara muy dulce que al tomarme en sus brazos me acercó a su pecho susurrándome palabras que sonaban bonito. Olía rico y su voz me tranquilizó un poco. Mi mamá ya no chillaba, la oía llorar bajito, pero nada más. Aquella señora ya no me soltó, me alejó de mis hermanos y me metió en una bolsa blandita. La

Un campamento especial

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Es un campamento especial, no solo porque es mi primer campamento como monitora, sino porque los niños no son tan niños.  Son personas con discapacidad intelectual severa o profunda. Es decir, son personas totalmente dependientes, a las que se les saca de su entorno habitual para que les dé un poco el aire saludable del mar. Para arrancarles de sus aburridas rutinas. Aquí se les da la oportunidad de que les del aire del mar, que jueguen en la arena, (aunque esto a veces nos trae algún que otro problema de indigestión), tomar algún refresco en una de las terrazas e incluso se pueden dar un baño en el mar o en la piscina. Así de especial iba a ser mi estreno como monitora, o eso pensaba yo.  El trabajo que estas personas nos dan están acabando con todas las energías que todos traíamos el primer día. Somos cinco monitores, dos chicos y las otras tres somos mujeres. Todos jóvenes y con ganas de hacer las cosas bien. Marian, es la jefa (alguien tiene que dirigir todo). Juan y Pedro, los dos

Un trabajo de verano

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 He pasado un día estupendo en las piscinas municipales, como siempre, están muy concurridas. Al salir me fijo en un chico delgado con cara sonriente, que todos los días entra cuando el resto nos vamos. Este chico trae a mi memoria aquel primer verano. Con mi mayoría de edad recién estrenada, ayudaba a mi padre a preparar el coche para el largo trayecto hasta el pueblo. Mi teléfono suena y el descolgar, mi amigo Baudilio, me dice que están buscando un chico para trabajar de bedel nocturno en las piscinas municipales. Mi padre, que está oyendo la conversación, me indica con gestos exagerados y con una gran sonrisa que acepte. A Baudilio le pregunto que dónde hay que ir, y tras un rato de conversación cuelgo. Miro a mi señor padre (a estas alturas se ha ganado el título de Señor).  Antes de que me dé tiempo a abrir la boca, él me salta muy campechano, que ya es hora de que empiece a ganar para mis gastos. Así fue como me quedé sin mis dos meses de asueto en el pueblo; para dedicarme a un

Reina por un dia

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 Constancia tiene ocho años y su hobby preferido es jugar, pero no hacer deporte, sino jugar en la calle con sus amigos. Claro, eran otros tiempos, cuando los niños no tenían el día planificado como los ejecutivos. Salían a la calle y, eso sí, tenían su hora de vuelta a casa que había que cumplir con rigurosidad.  Constancia es ocurrente y pizpireta. Al salir del colegio se quedaba con su amiga Zoveida jugando en el parque que había cerca, donde las horas se les escapaban de sus jóvenes manos sin que se dieran cuenta. Aquel día, la tarde llegaba a su fin y apenas sin percatarse, tan enfrascadas que estaban cavando un hoyo donde pretendían hacer un lago para las ranas que otro día cazarían. Cuando Zoveida se dio cuenta de la hora y se lo dijo a su amiga, las dos se lamentaron de la regañina o castigo que les iba a caer encima.  Constancia ya iba pensando que excusa poner ante la tardanza, ya que su madre era muy estricta con la hora de llegada. Al llegar a casa y casi sin llamar, su mad