Juventud olvidada
Este sábado celebro mis bodas de plata, me hace ilusión. Vendrá toda la familia. Mi madre a la verá después de doce largos meses. Es lo que más ilusión me hace de todo. Hace veinte años que vivo en Gijón y mi madre se quedó en ese pequeño pueblo de Sevilla que tantos bueno momentos me regaló en mi infancia y juventud. El trabajo y sobre todo mi salud y la suya nos han impedido visitarnos. Pero hoy es diferente. Mi hermana se ha armado de valor y la trae a pasar unos días, luego iremos nosotros a su casa para pasar el mes de agosto. Por fin podemos permitírnoslo. Me voy a la cama y espero que esta noche sea de las cortas. Últimamente no duermo bien y la noche se me hace eterna. ¡Qué maravilla! He dormido de tirón, me despierta el sol que entra por la ventana. ¿Pero qué es lo que estoy oyendo? Hay alguien en la cocina y Luis no puede ser, se fue de viaje y vuelve mañana. Me levanto muy despacio y menuda sorpresa, ese dolor que suelo sentir al poner los pies en el suelo, ha desaparec