Un favor

 Estaba marcado en el calendario como un día especial. Le hacía mucha ilusión, pero tenía sentimientos encontrados.  La cena sería agridulce. Romana viajaría a la Antártida por trabajo, quedándose allí durante seis meses. 

 Se alegraba muchísimo por su amiga, ya que ir a aquel paraíso era su gran sueño.  Así lo llamaba ella, el paraíso de la fotografía. No obstante, se sentía triste por la separación, ya que hacían muchos planes juntas, se contaban sus problemas y no eran capaces de quedar solo para media hora. 

—¿Ya has preparado la maleta? Acuérdate de meter preservativos y el “satisfyer”—. Le dijo entre risas. 

—¡Práxedes, por Dios! Decide o condones o “el Pepe”—Le respondió simulando asombro. 

—¿El Pepe? ¿Así llamas al aparatito?  Mira linda, no hay que cerrar puertas, si te sale plan usas condón, pero si son demasiado fríos…—Y aquí tuvo un ataque de risa que le provocó una escandalosa tos. 

—Contrólate que te vas a ahogar—Siguió su amiga que por poco le escupe el vino en la cara al echarse a reír. 

—Práxedes, ahora vamos a hablar en serio. Vamos a hablar a menudo, te lo prometo. Y… Bueno…—Titubeó Romana.   

—¿Y qué? Por Dios no me asustes que te has puesto muy seria—Se impacientó Práxedes. 

—Necesito pedirte un favor—Comenzó a decirle—Sabes que me gustan las plantas. Tengo la casa llena y me da mucha pena que se mueran. Me gustaría que cuidases de ellas. 

—Tú sabes que soy un desastre con las plantas, en mi casa no duran nada. No sé qué hago, no tengo mano—Respondió. 

—Es que además así se ve algo de movimiento en casa, no vaya a ser que me entren okupas. Ya sé que te estoy pidiendo mucho—Le dijo bajando la voz—Pero es que, si le digo a mi hermano, se instala allí y monta las fiestas nocturnas que no puede hacer donde vive ahora. 

—Por mí no hay problema, me paso por tu casa una o dos veces a la semana, pero si las plantas fallecen a mí no me vengas con lamentos. —Le dijo guiñándole un ojo y señalándole con su dedo índice.—Ahora bien, esto no te saldrá gratis. En tu casa tienes un jacuzzi, por tanto, algún bañito relajante sí me pegaré. 

 La noche terminó con las dos amigas bailando con algo más de alcohol de lo acostumbrado en el cuerpo. 


 Práxedes cumplió su promesa. Todas las semanas pasaba por casa de Romana para regar las plantas. Abría las ventanas y ventilaba un poco. Era cierto, su amiga tenía muchas plantas por toda la casa. En el despacho, en la cocina y en el salón. Las tenía colocadas por los sitios que a ella no le terminaban de convencer. Tenía una planta encima de un armario del despacho que le costaba muchísimo subirse para regarla. Eso sí, era su preferida. Tenía abundantes hojas de un intenso verde y nunca la vio decaída. 

 Según pasaban los meses se iban sumando las bajas. Cada semana encontraba alguna que ya no tenía solución. Siempre se lo contaba a Romana. Esta ya se hacía la idea que si quedaba alguna viva sería un milagro. Estaba demasiado feliz como para darle importancia. 


 Se cumplieron los seis meses. El reencuentro de las mujeres fue muy emotivo, aunque a Romana le daba pena haber dejado su idílico paraíso fotográfico. 

 Práxedes estaba nerviosa, a pesar de que su amiga estaba al tanto de la desaparición de casi todas las plantas. 

—Para compensar tanta pérdida, apenas he usado el jacuzzi—Le dijo sonriendo a su amiga. 

—¿Cuántas quedan vivas? — le preguntó resoplando y con los ojos vueltos. 

—Queda solo una, pero es mi favorita. Se conoce que el cariño es mutuo y me ha hecho el favor de no morirse. 


 Al entrar juntas en casa, Romana se llevó una grata sorpresa. Allí estaban varios amigos con globos, un cartel de bienvenida y un gran ramo de rosas. En la mesa habían puesto algo para comer y beber. Después de un rato, Práxedes le tomó de la mano y la llevó al despacho. 

—Mira qué bonita está. ¿A qué esta planta es especial? — le dijo orgullosa, mostrando la planta de encima del armario, la única superviviente. 

Romana mira la planta, luego a su amiga, de nuevo a la planta y comienza a reírse de forma descontrolada. 

—Pero ¿qué te pasa? ¿Dónde está la gracia? — Pregunta muy asombrada. 

—¿Esta es la planta que ha sobrevivido?— le dice entre carcajada y carcajada. 

—Sí— responde avergonzada. 

— Esta es la única planta de plástico de toda la casa. 





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