Darse cuenta
Tengo una amiga a la que quiero mucho, sin embargo, el otro día me sorprendió. Me defraudó de alguna manera, aunque enseguida volvió a ser la que yo tengo por íntegra y con valores muy parecidos a los míos. De hecho, me dio una lección de humildad.
—Hoy me he reído mucho con una compañera de trabajo— Me contaba Enedina con su típica sonrisa.
—¿Sí? ¡Qué bueno! Eso es tener buen ambiente. — Le contesté yo, sabiendo que ahora me contaría alguno de los chascarrillos que tanto me hacen reír.
—Esta compañera tuvo el otro día una cita con un hombre que conoció a través de una de esas aplicaciones para el móvil. Al fin quedaron para conocerse. No se habían mandado ni una foto. El caso es que ella, muy mona, le esperaba en una cafetería sentada en un taburete de esos que para sentarse se necesita una escalerilla. Cuando por fin se reconocen, Brianda, que así se llama la chica, se bajó del taburete. Comienza a subir la vista, ombligo, pecho, cuello, mentón y al fin los ojos. Ella toda descogotada y él mirando hacia abajo, que al pobre le iba a salir chepa. La situación era algo embarazosa.
—En fin, se sentaron y comenzaron a hablar. Me dijo que parecía muy majo, aunque no se enteró mucho de lo que le contaba, ya que ella se imaginaba a su lado en una playa paseando agarrados de la mano... "Mira, yo me veo como un llavero" me dijo— Yo no podía más de la risa.
—No me extraña— le comenté, intentando respirar entre carcajada y carcajada.
—Yo no entiendo por qué no ponen foto, así se ahorrarían algún que otro bochorno. Mi compañera es muy guapa, aunque es peruana, pero lleva aquí muchos años y está totalmente integrada. — Me dijo sin pensar.
—¿Has dicho "aunque es peruana"? —le pregunté incrédula.
—Sí, y la verdad no sé por qué lo he dicho. ¡Qué más da de donde sea...! Es más, ¿por qué alguien tiene que integrarse en otra cultura? — Me dijo ya seria, y algo avergonzada. — Yo, que voy en contra de todo tipo de racismo y xenofobia, ¡zas! Me salen las reminiscencias que aún me quedan dentro.
—No te agobies, no podemos cambiar con facilidad y de raíz lo que hemos mamado. Lo importante es ser conscientes de que metemos la pata y el porqué lo hacemos. No te fustigues, que te conozco...
—Gracias, pero me duele saber que en mí aún quedan esos escollos racistas— Mi dijo demasiado seria.
—¡Oye! ¿Al final se enrollaron o no? — Le pregunto para romper ese incómodo momento y porque me picaba la curiosidad.
—¡Eh! No, qué va... Me dijo que acabaría con tortícolis— Me respondió mi amiga volviendo al tono jovial.
Como me siento identificada yo tb sin querer hago ese tipo de comentarios Gracias
ResponderEliminar