Los sueños no se cumplen
Ella no recuerda la vida sin danza. Cuando apenas había dejado los pañales, el ritmo inundó sus venas. Al principio fue un juego, luego vinieron los concursos y los éxitos. A sus 20 veranos tenía la energía sin estrenar. Tras los ensayos, corría de clase en clase con la intención de terminar la carrera, que como condición para seguir bailando le pusieron sus padres.
Era jueves y, el cumpleaños de su madre, le tenían preparado una fiesta sorpresa. No se cumplen 50 años todos los días.
Al salir de clase subió al coche, metió primera y puso rumbo a las afueras. Allí es donde toda la familia recibiría a la cincuentona.
La carretera estaba despejada, aunque con los restos de la lluvia caída por la mañana. Iba algo justa de tiempo, no había tráfico, pisó un poco más el acelerador, en ese momento, de la nada, un pequeño jabalí salió a la carretera. Un ligero movimiento del volante hacia la derecha y un brusco giro a la izquierda hizo que el coche se saliese de la calzada. El pequeño barranco por el que el auto cayó, provocó que a Emelina, su vida, le pasase por delante como una película.
El cumpleaños al que no llegaría, los amigos, su recién estrenado novio, los años de danza, los estudios…
El fuerte golpe le hizo perder el conocimiento. Al despertar no sabía si habían pasado 2 minutos o 4 horas. El dolor le hizo gritar. Su crispada voz comenzó a pedir ayuda, aunque nadie parecía escucharla. Cada movimiento que intentaba era un chispazo intenso de dolor. Después de lo que a ella le supuso una eternidad, notaba la voz cada vez más ronca y débil. Escuchó el sonido del teléfono en alguna parte del coche; sin embargo, era incapaz de llegar hasta él. Al dolor se le unió el miedo a que nadie la encontrase pronto. Notó la boca seca, había dejado de gritar, ya no le brotaba la voz. Había momentos en los que parecía dormir y otros en los que el dolor la atravesaba. En la bruma de la conciencia oyó unas voces agitadas. Con gran esfuerzo intentó abrir los ojos, pero los párpados se le habían vuelto de plomo. Entre sirenas, agujas y sueros fue trasladada al hospital.
Allí se sintió vapuleada de un lado a otro. Voces que le gritaban preguntas sin darle tiempo a procesar la respuesta. Solo se respiraba premura. El nombre de medicamentos dichos en voz apremiante le taladraba los oídos. Su nombre en voz demasiado alta. De nuevo movimientos rápidos, luces que pasan por sus ojos a la velocidad de vértigo hicieron que se le revolviese el estómago. Esa sensación le recordó que no llegaría a tiempo a la fiesta, donde una larga mesa llena de ágapes esperaba una celebración que no disfrutaría.
Todo esto pasó hace unos años. Efectivamente, no se celebró el medio siglo de vida de su madre. Todos celebraron que ella no había perdido la suya. Pasó varios días en la UCI. Después de otros tantos días en una planta del mismo hospital, fue trasladada a un reconocido hospital de Toledo, donde aprendió que la vida no termina con la inmovilidad de sus piernas.
Ahora, un lustro después, se dispone a salir a un escenario donde la mejor bailarina parapléjica se dispone a demostrar al mundo que los sueños no se cumplen, sino que se trabajan y se luchan para llegar a ellos.
Relato lleno de optimismo
ResponderEliminarGracias x enseñarme o recordarme el lado bueno de la VIDA GRACIAS 🫂
Qué bonito
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