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Mostrando entradas de agosto, 2024

Sorpresa en la huerta

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  — Abuela, mira lo que ha salido en el huerto. Si todas las zanahorias salen así, nos volvemos ricas. ¿Quién dijo que el oro no crecía en el huerto? —Noelia parloteaba emocionada ante el gran hallazgo. La sonrisa que le ocupaba toda la cara se fue apagando al mirar a su abuela.  Hercilia al principio abrió los ojos como platos, pero su boca abierta y su progresiva palidez indicaron a su nieta que aquello no era baladí. — ¿Qué sucede, abuela?—le preguntó algo preocupada. —De esta huerta, ¿habías recogido algo así? Extendiendo la mano, la anciana tomó aquella deforme zanahoria y observó muy atenta el regalo que ella traía. Parecía increíble que alrededor de aquel tubérculo se hallase el motivo que más grande discusión tuvo con su, ya fallecido, marido. Noelia no entendía nada. Ella estaba asombrada por su descubrimiento. Las lágrimas de su abuela la desconcertaron. Hercilia, por su parte, ya se había trasladado a aquel día de septiembre de hacía demasiados años.  Empezaba a refrescar en

Añoranza

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  La salida de mi país no ha sido fácil. He tenido grandes dificultades. Solo quiero ganarme la vida con mi trabajo, no tener ese miedo constante a que me maten, poder caminar por la calle sin que me señalen solo por tener ideas propias. El país que me acoge nada tiene que ver con el mío. Es muy diferente a cómo me lo imaginaba y a todo lo que me habían contado. La añoranza duele hasta el punto de que en ocasiones me falta el aire. La comida es diferente, aunque pueda cocinar, no son los mismos productos. Hasta lo más básico sabe distinto. A pesar de compartir idioma, me cuesta entender muchas conversaciones. Soy el diferente, el extranjero, el exótico por mi tono de piel y mi dicción tan diferente. No niego que me han acogido, claro que sí, pero siempre soy el de fuera. Las vivencias infantiles que a veces compartimos nada tienen que ver con las de mis paisanos. Hasta la música es diferente. Ir al mercado es toda una aventura, nunca sé si volveré con algo que sepa cocinar. Siempre me

¡Qué bicho tan feo!

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  Cada vez estoy más al borde del abismo. Evito mirar hacia abajo. Me agarro con brío a todo lo que esa orilla resbaladiza me ofrece. Qué fácil sería dejarme engullir por las fauces de la negrura. Solo tengo que soltar los amarres que aún me sostienen. ¡Si ellos supieran qué importantes son!   La depresión es algo que nadie quiere, que pocas veces se nota y no le damos la importancia que realmente tiene. La gente triste no siempre está deprimida y las personas en apariencia contentas y alegres pueden tener depresión. ¡Qué bicho tan feo!   Sigo en esa orilla con pequeños arbustos que me sirven de asidero. En ocasiones aparece un jardinero que siega el borde del precipicio, haciéndolo más resbaladizo y algo más difícil de sujetarme a algo firme. Cierto es que he aprendido a hacer acrobacias para sostenerme. De vez en cuando me encuentro con una raíz de un fuerte árbol que me ayuda a alejarme de la orilla. ¡Menos mal que existen esos árboles fornidos!