Sorpresa en la huerta
— Abuela, mira lo que ha salido en el huerto. Si todas las zanahorias salen así, nos volvemos ricas. ¿Quién dijo que el oro no crecía en el huerto? —Noelia parloteaba emocionada ante el gran hallazgo. La sonrisa que le ocupaba toda la cara se fue apagando al mirar a su abuela. Hercilia al principio abrió los ojos como platos, pero su boca abierta y su progresiva palidez indicaron a su nieta que aquello no era baladí. — ¿Qué sucede, abuela?—le preguntó algo preocupada. —De esta huerta, ¿habías recogido algo así? Extendiendo la mano, la anciana tomó aquella deforme zanahoria y observó muy atenta el regalo que ella traía. Parecía increíble que alrededor de aquel tubérculo se hallase el motivo que más grande discusión tuvo con su, ya fallecido, marido. Noelia no entendía nada. Ella estaba asombrada por su descubrimiento. Las lágrimas de su abuela la desconcertaron. Hercilia, por su parte, ya se había trasladado a aquel día de septiembre de hacía demasiados años. Empezaba a refrescar en