No me lo creo
Los paseos por la playa tomados de la mano. Los besos apasionados ignorando las palabras censuradoras de nuestro alrededor. Así fueron los inicios de nuestra historia común. La pasión y la complicidad nunca faltaron. Hoy lo veo en ese banquillo y no lo puedo creer. El padre de mis hijos con las manos unidas por unos grilletes. Esas mismas manos que me hacían vibrar de placer. ¿Cuándo se torció todo? ¿En qué momento dejé de conocerlo?
Sentado con pose erguida, como si todo esto fuese una obra de teatro de las que tanto disfrutábamos juntos.
En la celebración de nuestro aniversario fuimos a un restaurante “fino” como yo llamaba a esos que rompían el presupuesto mensual con una cena. Mis gritos y desconcierto no le alteraron lo más mínimo, al llevárselo arrestado. Para él era algo esperado.
Fueron días de interrogatorios constantes, preguntas y más preguntas que yo no entendía a que venían. Aunque a mis interrogantes nadie contestaba. Poco a poco fui enterándome de algo. ¡Qué bien estaba en mi ignorancia! Cada dato nuevo que llegaba a mí era más terrorífico.
Tras la detención hoy es la segunda vez que le veo. La primera fue en una sala de la penitenciaría. El encuentro fue tan frío como el día. Fueron dos minutos escasos, el tiempo justo para preguntarme por los niños y que me dijese aquella devastadora frase. “No quiero que me visites nunca. No les hables a los niños de mí. Olvídame. Se acabó todo entre tú y yo”.
¡Tantas mujeres! Los “porqués” no me dejan dormir. ¿Es posible dormir tantos años con alguien y que sea un desconocido?
Al fin dictan sentencia. Prisión permanente revisable. A mí me llegó como el mazazo que los jueces dan en la mesa. Esa condena confirma todo lo que yo no quería creer. Verifica que dormía con un monstruo. Todas aquellas mujeres habían estado en manos de mi marido. Todas habían sido brutalmente violadas. Y si eso no era suficiente, cada una de ellas fue descuartizada.
Sus besos, caricias, bellas palabras y bonitos momentos vividos juntos ahora me provocan náuseas. No por creer que yo podía ser una de ellas, no. Más bien por no haberlo sido.
Genial y conmovedor relato que te hace vibrar por dentro
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