Como cada mañana
No sé cómo he llegado a esta situación. Esta mañana salí a trabajar, como cada mañana. Caminando tranquila, como cada mañana. Pensando en mis cosas, como cada mañana. Un coche gris paró a mi lado, esa mañana. Del mismo salieron dos personas tan rápido que no me dio tiempo a darme cuenta de lo que sucedía. Uno de ellos me tapó la boca con un pañuelo y entre los dos me introdujeron en el coche. Un fuerte acelerón es lo último que escuché antes de que el anestésico hiciera su efecto.
Al despertar un fuerte dolor de cabeza me trajo a la realidad. En esta situación estoy ahora. El miedo invade cada célula de mi ser. Miro alrededor y no veo a nadie. Un cuarto vacío, ocupado solo por la manta que tengo debajo y una bolsa con un par de manzanas. Mi respiración comienza a acelerarse, no puedo controlarla, me falta el aire y cuanto más deprisa respiro más me falta. Agarro la bolsa de las manzanas y, sin ningún cuidado, tiro la fruta. Pongo la bolsa cubriendo mi nariz y mi boca. Respiro dentro de la bolsa. Soy consciente de que tengo un ataque de ansiedad. Intento controlar la respiración. Cojo aire, lo retengo en los pulmones y lo expulso con suavidad. Así debería ser, pero en mi cuerpo tiene síndrome de abstinencia de oxígeno. Tengo que ser fuerte. Al respirar dentro del plástico mejora el hormigueo que comenzaba a sentir en las manos. Tomo aire y, ahora sí, puedo retenerlo tres segundos y expulsarlo. No sé cuánto tiempo dedico a que mi cuerpo no acabe colapsando.
Apoyo la espalda en la pared, para descansar del esfuerzo realizado. Giro la cabeza hacia la derecha e izquierda para constatar que nada ni nadie hay en la habitación. Me pregunto por primera vez si estaré soñando. ¿Cómo saber eso? Hago lo que he visto en las películas mil veces. Me pellizco con fuerza en el antebrazo. Mi ímpetu lo único que logra es un dolor intenso y confirmar que la pesadilla es muy real.
Un sonido en la puerta me pone alerta. Es la cerradura, alguien está abriendo. Aparece un hombre con pasamontañas rojo. ¡Qué ridículo! En las películas los pasamontañas son negros. El hombre es alto, de constitución fuerte, y camina como si se le hubiese escapado un caballo de entre las piernas. Otro hombre entra detrás de él. Es igual de alto, algo menos fornido, pero sus piernas están alineadas a la perfección.
— ¡Levántate!—Grita el de las piernas arqueadas, que en mi interior le llamo Lucky por Lucky Luke. Los nervios y el pánico juegan conmigo.
— ¿Qué queréis de mí? No tengo dinero. —Respondo desesperada, pero sin poder moverme.
— ¡Que te muevas, puta!—Dice el otro dándome una patada que me hace reaccionar.
Me pongo en pie. Las piernas me tiemblan tanto, que dudo de que me vayan a sostener. Un tirón del brazo me sitúa en medio de la estancia. Una capucha maloliente me niega la visión del camino por el que me llevan. Solo puedo escuchar susurros y el abrir y cerrar de puertas. Un nuevo empellón me impulsa dentro de un coche. Consigo sentarme sin parar de llorar. Noto que mi respiración se acelera de nuevo. La controlo a duras penas.
— ¿Qué queréis de mí?—Vuelvo a gritar.
Algo duro se me clava en las costillas.
—Ya lo sé, ha sido un error. Lo siento, sí, nos equivocamos de chica. Tienes mala suerte. Queríamos coger a la otra, pero un fallo nos llevó hasta ti. —Me dice muy bajito, cerca de mi oreja derecha, uno de mis captores. Quizá sea Lucky. En parte me consuela. ¿Querrá decir que me van a soltar?
— ¿Me vais a soltar? No os he visto la cara, no sé dónde me habéis tenido y no puedo reconoceros. —Suelto con la esperanza de que la pesadilla llegue a su fin.
—Pero ¿qué dices? Claro que te vamos a soltar. En el momento en que estemos dentro de un avión. —Una risa gutural me hiela la sangre. —Te soltaremos, tranquila, si sabes volar serás libre.
Esto último entró en mi cerebro como una puñalada. Mi cuerpo reacciona solo. Comienzo a dar patadas y manotazos sin sentido. Uno de mis puños ha alcanzado al que está a mi lado, que intenta sujetarme. Me he arrancado la capucha y veo, esta vez sí, la cara de Lucky que consigue sujetarme. Aunque no antes de que mi pie se introduzca entre los dos asientos y pegue una patada en el brazo del conductor. Eso hizo que el coche se desestabilizase. Un fuerte golpe me estampa contra el asiento delantero. Noto un silencio esperanzador, pero una garra me toma del brazo con fuerza y el cañón de una pistola se posa sin ninguna suavidad en mi frente.
El pavor me invade. Mi garganta se cierra, mis brazos se paralizan, comienzo a notar la falta de aire en mis pulmones; sin embargo, mi mente está más lúcida que nunca.
— ¿Me pegarán un tiro de verdad?—Pienso sin que mis labios se separen ni para gritar.
Siento que el nerviosismo de mis captores va en aumento. El choque que he provocado ha hecho venir a socorrernos a varias personas. Las que al ver a un hombre armado, apuntando a la cabeza de una mujer, se han asustado. Más de uno ha avisado a la policía, que comienza a rodearnos.
— ¡Mira lo que has hecho, zorra!—Brama con furia en mi oído el de la pistola.
Sus palabras me atraviesan y hacen que mi parálisis ceda. Lo primero que intento es salir del coche, antes bien, un nuevo manotazo me inmoviliza. Estoy tumbada en el asiento con la puerta medio abierta. Veo a los policías armados apuntando hacia donde yo me encuentro.
— ¡Despejen la carretera o me la cargo!—Grita Lucky Luke.
Veo como el conductor también va armado. Este tiene una especie de escopeta. Todo sucede muy deprisa.
El conductor saca la escopeta por la ventanilla apuntando a cualquiera. Un sonido seco suena a la vez que un agujero se abre en el cráneo del chófer. Otro sonido suena en mi oreja, lo que hace que mi mundo y mi vida terminen, a la vez otra bala le atraviesa el cerebro a Lucky Luke.
Todo ha terminado. Mi muerte es retransmitida por todas las televisiones. Seré portada de periódicos y revistas, no obstante yo no disfrutaré de mi fama. Todo ha sido un error sin sentido. Hoy no llegaré al trabajo como cada mañana.
Ayyyyyyy q dolor Muy fuerte para empezar la semana Muy bien escrito cada semana me sorprendes para bien Gracias
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