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Mostrando entradas de diciembre, 2023

relatos para recordar

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 Me gustaría que los que aún no habéis leído algunos de mis relatos disfrutéis de los antiguos. Esos que fueron el germen de lo que hoy son los relatos de los lunes. De paso me tomo un tiempo para seguir escribiendo y poder ofreceros la calidad que merecéis todas las que los lunes os pasáis un ratito con mis historias.  Os dejo enlace a algunos de los relatos pasados. No son ni mejores y peores que otros, pero estos recuerdos os regalo: https://sonrierelatos.blogspot.com/2022/11/fuego-celestial.html https://sonrierelatos.blogspot.com/2022/11/foto-de-familia.html https://sonrierelatos.blogspot.com/2022/10/la-ciudad-no-es-para-mi.html https://sonrierelatos.blogspot.com/2022/10/un-cuaderno-polvoriento.html

Lela

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 Lela, así me llaman. No siempre me ha gustado, pero es parte de mí y de mi historia.  — ¡Esta niña es una lela!—Esto, dicho por mi padre, fue la primera vez que escuché esa palabra. Yo me sentía orgullosa, mi papá me llamaba Lela. A mis hermanos no les ponía nombres diferentes a los que tenían.  Más adelante me di cuenta de que no era un apelativo cariñoso. La "lela" no atendía a nada cuando estaba enfrascada en una novela.  — ¡Lela! Pon la mesa, déjate de tanta historia fantasiosa. Ese grito me hacía volver a la realidad. Dejaba el libro con mucho cuidado de no perder la página donde iba. Ponía la mesa, cada plato, vaso y cuchara pensando en la historia de la que no terminaba de salir. No era consciente de que siempre ponía yo la mesa, mis hermanos seguían jugando a sus guerras, hasta que les llamaban para sentarse. Ya comiendo, me quedaba muchas veces revolviendo la sopa pensando en el protagonista de mi libro. En casa, ya no era solo mi padre el que me llamaba “lela”, tod

Como cada mañana

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 No sé cómo he llegado a esta situación. Esta mañana salí a trabajar, como cada mañana. Caminando tranquila, como cada mañana. Pensando en mis cosas, como cada mañana. Un coche gris paró a mi lado, esa mañana. Del mismo salieron dos personas tan rápido que no me dio tiempo a darme cuenta de lo que sucedía. Uno de ellos me tapó la boca con un pañuelo y entre los dos me introdujeron en el coche. Un fuerte acelerón es lo último que escuché antes de que el anestésico hiciera su efecto.  Al despertar un fuerte dolor de cabeza me trajo a la realidad. En esta situación estoy ahora. El miedo invade cada célula de mi ser. Miro alrededor y no veo a nadie. Un cuarto vacío, ocupado solo por la manta que tengo debajo y una bolsa con un par de manzanas. Mi respiración comienza a acelerarse, no puedo controlarla, me falta el aire y cuanto más deprisa respiro más me falta. Agarro la bolsa de las manzanas y, sin ningún cuidado, tiro la fruta. Pongo la bolsa cubriendo mi nariz y mi boca. Respiro dentro