Me quiero vivir
En esta cama de hospital pienso en mi vida, esta vida que ya exprimo sus últimas gotas. Mi cuerpo se va consumiendo, ya no tiene mucho más, pero mi mente y mis ganas de vivir siguen aumentando. No me quiero ir. Quiero seguir viviendo. Me quiero vivir.
Toca despedirse, algo duro para mí, aunque necesario para mis personas queridas. Veo cómo me miran. Hay todo tipo de miradas en los ojos de los que no dudo, me quieren. Ojos llorosos y huidizos, tratando de ocultar lo que les duele verme así. Miradas de compasión, las menos, no saben cómo comportarse ni qué decir. Otras valientes con dolor en el fondo de sus pupilas; sin embargo, dispuestas a todo. Aquellas que quieren hacer algo, y no paran de hablar. También están las que solo miran sin saber qué hacer o decir, dejándome un espacio que necesito. Me fijo en esas que su dolor mira el mío y en esa lucha se nos apacigua el alma a ambas. Y están en las que me relajo y me dejo hacer.
Estos huesos vestidos de piel, ya no soy yo. Con un esfuerzo inmenso, escoltada de una barra, de la que cuelgan bolsas que necesito, y de un brazo amigo, me dirijo al baño. Me cierran el camisón del hospital para tapar el rosario de huesos que adorna mi espalda. Apenas me tengo en pie. Las bragas apenas se sujetan en mi cadera. Al sentarme en el váter pido algo de intimidad. Mi consuelo sale y yo lo agradezco. Al acabar quiero demostrarme que soy capaz de lavarme las manos. Con gran dificultad, me pongo frente al lavabo y al elevar la mirada me encuentro enfrente de una extraña. Esa desconocida me mira y en sus ojos veo el pánico dibujado. Recorro su figura y veo alguien que merece descansar. Una lágrima traicionera se me escapa, la que apresuro a limpiar con mi mano mojada.
De nuevo en la cama cierro los ojos. Mis acompañantes piensan que duermo; sin embargo, estoy ultimando detalles que luego haré que escriban.
Recuerdo todas esas cosas que se van a quedar huérfanas. Me da pena, así que les busco cobijo.
Aquel pañuelo azul que traje del último viaje, me gustaría que se lo quedase la que hoy no es capaz de visitarme. Sé que me quiere y eso para mí es suficiente. No es necesario que me vea así.
Aquel libro de trenes que me regalaron, que se lo quede la que me ha acompañado en mis locuras.
Con esos pensamientos me quedo dormida. Me despierto escuchando cuchicheos. Alguien discute con alguien. No abro los ojos, no quiero ver ni oír. Un “alguien” se va. Me doy permiso para volver al mundo de la conciencia. Creo que solo soñé la discusión.
Sonrío con esfuerzo al ver a la persona que le toca acompañarme. Hablamos y recordamos aventuras de la niñez. Así, nos sorprende mi amiga del alma. Supongo que hoy le voy a revolver un poco las entrañas. Ella será la albacea de mis deseos.
Al quedarnos solas le comparto la inquietud por la orfandad de mis recuerdos materiales. Sé que le cuesta escucharlo, pero me tranquiliza diciendo que hará todo lo posible para que esas cosas encuentren su nuevo hogar.
Qué débil me encuentro. Cierro los ojos y un sopor agradable me acuna. Llevo varios días así, cada día más floja. No obstante, tengo que aguantar un poquito más. Me falta la despedida más dura. El amor que salió de mis entrañas llega hoy. Solo quiero decirle cuanto le amo.
Ya está, después del llanto, de los besos maternales y de los consejos de última hora, ya estoy lista.
Los viajes han sido una constante en mi vida. Siempre me he puesto nerviosa y la noche antes de la partida no podía dormir. La emoción era tal que no conciliaba fácilmente el sueño.
¿Esto será un viaje? Tengo ese mismo hormigueo en el estómago. No siento dolor, la medicación está haciendo su función. Me siento bien, si bien es cierto que me duele partir y saber que mi madre no superará mi ausencia.
De nuevo ese arrullo… ¿Será el tren? Sí, este túnel es el inicio de mi definitivo viaje. Me voy sin equipaje de peso, solo llevo una mochila llena de afecto, amor, familia y amistad. Estoy calentita, ya no tengo ese frío que ninguna manta me quitaba. Al fin soy la estrella viajera. Quiero que recordéis mirar la estrella que más se mueve en el cielo, esa, esa soy yo.
Que hermoso pero que dolor La despedida Grandioso relato Gracias
ResponderEliminarMe has emocionado... 🌸
ResponderEliminarGracias, es un aliciente para mí que te haya conmovido
EliminarUf...que duro,mientras lo leía ha sido como estar presente,que gran lección la de Míriam.
ResponderEliminarMaravilloso relato Angela.Gracias