El tunel
En el coche van calientes, a pesar de que en el exterior está nevando. Caen copos de algodón que al besar la tierra van formando una manta blanca. La velocidad es lenta, pero las risas son rápidas. El ambiente dentro del coche es cálido y los ocupantes van con un ánimo jovial.
El túnel está próximo, a Nuria le angustian los túneles, aunque esta vez no tiene alternativa.
Su piel aún recuerda el túnel que provocó su fobia. Cierra los ojos. Se retrotrae a aquel preciso momento.
Dos amigas con más ganas de experiencias que años. Solo había que atravesar el estrecho túnel por el que antiguamente circulaba el tren. En la actualidad solo servía para atajar el camino entre los dos pueblos. Estaba empezando a oscurecer, pero iban las dos chicas juntas, las risas resonaban en las paredes en el momento que unas toses detrás de ellas se las robaron. El silencio se palpaba en la oscuridad, hasta que la cara de un chico del otro pueblo se iluminó a la luz del mechero con el que encendía su cigarro. El suspiro de alivio de las dos chicas fue tal, que les entró un ataque de risa tonta, contagiando al del cigarro y sus amigos. ¡Qué ingenuas! Creían que solo estaba Juan, pero se dieron cuenta de que había tres chicos más.
_ Vamos a la verbena. ¿Nos acompañáis? _ Se atrevió Nuria a preguntar.
_ Nosotros queremos verbena de túnel._ Respondió el del cigarro con una risa que todos corearon.
_ ¿Esa verbena que es? _ Siguió Nuria, que ya se estaba asustando de verdad.
_ Es muy sencillo, la música y el baile se celebrarán aquí. _ Contestó esta vez un chico de voz ronca. Estos dos son los que proporcionan la música. Y señalando a los dos más bajos, les invitó a palmear.
_ Bueno, chicos, nosotras preferimos otra música y sobre todo, otro lugar. Así que nos vamos al pueblo, que allí nos esperan.
Las amigas se disponían a seguir su camino con las piernas temblorosas, cuando los brazos de dos de ellos les sujetaron fuertemente. Las arrastraron unos cuantos metros más adelante, hacia un punto con unas mantas y un fuego recién encendido. Fueron arrojadas sin miramiento. Nuria gritó con todas sus fuerzas, mientras Inés se había quedado paralizada. Los chicos las inmovilizaron y las toquetearon por debajo de la ropa. Ya habían jugado bastante, cuando uno de ellos se dispuso a bajarse los pantalones, los otros chicos sorprendidos le increparon. Ellos no querían pasar ciertos límites, todo era cuestión de divertirse un poco. Robar besos y tocar piel tersa, pero de ahí a abusar de las crías iba un abismo.
_ El que no quiera divertirse del todo que se largue. Aquí solo tienen cabida los hombres. _ Les gritó Juan, ya sin pantalones.
_ Mira Juan, esa se ha desmayado solo con el susto. _ Dijo señalando a Inés. Además, nos conocen, y hasta ahora únicamente nos pueden acusar de darles besos por el cuerpo, cosa que nadie tomará como nada serio.
_ Si esa se ha desmayado, mejor, así pondrá menos resistencia. Yo empiezo con esta, me gustan las bravas. _ Y se tumbó encima de Nuria sujetándole los brazos. Al final las chicas no dirán nada. No podrán. _ Esto lo dijo con un punto de locura en los ojos, que a sus amigos les asustó tanto como a las chicas.
Los demás, mirando a su amigo, horrorizados, se dieron la vuelta y salieron corriendo, sin antes gritar que ellos no querían saber nada.
_ Maricones de mierda. _ Susurró mientras se volvía a mirar el pecho que acariciaba.
Nuria, al sentir liberado uno de sus brazos, palpó su alrededor con la suerte de tocar una piedra que se había soltado de la pared. No le dio tiempo a pensar, el dolor punzante en su vientre le dio la energía y la determinación para llevar el pedrusco, con gran fuerza, a la cabeza de su violador, el cual paró de inmediato sus embestidas. Solo se escuchaban los sollozos de la chavala en el largo corredor.
Días más tarde encontraron el cadáver de un joven del pueblo de al lado en un túnel cercano. Inés reconoció la cara del chico en la foto del periódico. Ella nunca supo quien la había llevado hasta su casa, después de que la besase el que aparecía en la noticia. Su compañera nunca le contó el final de aquella inolvidable noche.
Nuria, semanas más tarde se encontraría con los amigos de Juan. Ella creyó que le amonestarían al reconocerla, pero la vergüenza y el miedo les hicieron bajar la cabeza y seguir su camino.
Cuando abre los ojos de nuevo, ya han pasado el túnel y en ese lado ya no nieva, aunque se intuye un frío helador que todos combatirán con sus buenos abrigos y bonitos juegos de bufandas y guantes.
Madre mía qué recuerdos tan horribles No me extraña si fobia Gracias por otro conmovedor relato
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