Abuelos analfabetos

 Jacinto no deja de refunfuñar, de protestar y junto con su hermana me están dando la semana de vacaciones en casa de mis padres. Se quejan continuamente de que la tele está demasiado alta, de que les achuchan en cuanto se descuidan y algo que les da mucha rabia es que la información meteorológica sea tan importante para ellos. 

"Fuertes vientos entran por el pirineo y traerán lluvias a la vertiente cantábrica…”

_ ¿Ves Antonio? En el pirineo hace viento, así que en Ávila y Palencia va a llover. _ Grita la abuela por encima del sonido del televisor. 

Jacinto intenta reprimir la risa, su hermana no lo consigue. 

_ Estos abuelos son unos ignorantes, no tienen ni idea de geografía y ni se enteran de lo que oyen. 

A la vez que me puse de pie la silla se cayó, provocando un silencio que solo rompía el noticiero. 

_ Vosotros dos acompañarme un momento. Les ordené con mi mirada severa que pocas veces veían. _ Tú, Jacinto, ven a la cocina, hoy nos harás tú la comida. Creo que lo mejor es que cocines patatas a la importancia. Sí, esas que te gustan tanto. Ahí tienes los ingredientes. Hoy comeremos tus patatas. 

_ Mamá, yo no tengo ni idea de cocinar _ Me replicó tan sorprendido como asustado. 

Me encogí de hombros y le dejé en la cocina tomando a Marina del brazo y llevándola donde mi padre se entretenía con sus cosas. 

_ Mira, ahí tienes un palo que ha traído el abuelo, quiero que hagas un bastón tallado, como esos de ahí. Me gustaría que tuviera las iniciales de tu abuelo. 

Mi hija me mira estupefacta. Y se echa a reír. Risa que se le corta en el acto al ver mi cara seria y de pocos amigos. Cuando salgo del taller veo que viene en mi dirección mi padre. Al cruzarme con él le señalo con el dedo y más alto de lo necesario, con la idea de que Marina me escuche, le digo que ni se le ocurra ayudar a su nieta. 

Me voy sonriendo sin que me vean, yo sé que no me va a hacer caso. En el salón hago la misma operación, le informo a mi madre que hoy la comida la va a hacer Jacinto. Y que ni se le pase por la cabeza ayudarle. Ya que él sabe tanto seguro que se las apaña con algo tan sencillo como unas patatas. 

No ha pasado media hora y me acerco sigilosa a la cocina donde oigo como mi madre explica a Jacinto porque hay que pasar las patatas antes por la harina que por el huevo. Le va corrigiendo con cariño y sin hacer que se sienta mal.

Cuando ya ha pasado una hora, casi de puntillas, me asomo al taller donde mi hija y mi padre están más que entretenidos con una navaja y un palo.

Después de comer las ricas patatas que mi hijo había hecho "él solito". Llevé a Marina a la cocina.

_ Me gustaría cenar anchoas rebozadas, pero antes hay que limpiarlas. _ Y sin más salí de la cocina en busca de mi hijo. 

_ Jacinto, ven conmigo, tienes algo que hacer. 

Y le acompañé a la huerta donde mi padre tenía que sembrar las lechugas que esa mañana compró en el mercadillo del pueblo.

_ Esto va a ser más fácil que las patatas, solo tienes que hacer cuatro surcos y sembrar las lechugas. Ahí está el azadón. 

Al volver a casa, oigo entre susurros a mi madre y mi pequeña, parece que se van entendiendo. 

Por la noche, después de cenar las exquisitas anchoas, mis hijos se miran y le preguntan a su abuela si tiene una sábana vieja. La toman de sus manos, dando las gracias, suben a su cuarto, muy acelerados. Mis padres y yo nos miramos y como si de una obra de teatro se tratase, nos encogemos de hombros al mismo tiempo. 

A la mañana siguiente, muy temprano, Jacinto le pide a su abuelo unas pequeñas maderas. Y sube emocionado donde su hermana. 

Casi era la hora de comer y a punto de comenzar el informativo meteorológico. Mis hijos piden permiso para usar el tapiz del salón. Ese donde hay una escena de caza con un ciervo a la cabeza.  Y así sin más aparece la sábana vieja con un mapa de España dibujado y con el nombre de las ciudades. Están bien marcados los pirineos, el Ebro, Galicia o el Estrecho de Gibraltar. Con un color diferente está marcado el punto exacto donde mis padres viven. 

En cuanto empieza el locutor a hablar del tiempo, los dos hermanos, con el palo que el día anterior Marina había hecho, comienzan a señalar todos los puntos que en la televisión van nombrando.

_ Concho! Mira tú, donde está Ávila, parece que no está muy cerca de los Pirineos que son esas montañas de allá arriba. _ El abuelo está más que asombrado.

_ Oye que el mapa ese se va a quedar ahí puesto. Ni se os ocurra quitarlo. Así nos enteramos de donde están hablando. Le dice muy emocionada la abuela.




Comentarios

  1. Oleeeee genial Muy buena lección Vivan los abuelos Un relato muy instructivo y educativo con dosis de mucho amor

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Desilusión

Año nuevo

La aventura