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Mostrando entradas de enero, 2023

corazón de barro

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 La vida es un instante, es un momento. Lo importante que nos parece todo. Las protestas, los planes rotos o el que pongo hoy de comida. Pero en un segundo la vida te da un vuelco. Suenan sirenas que nunca son para ti, pero esta vez sí, esta vez se llevan tu corazón en una camilla. Lo intentan reanimar, todos ponen su esfuerzo, pero tu corazón se empeña en dejarte seca para siempre. Ya nada importará tanto, ya nada importará nada. Se llevaron tu corazón sin permiso y te lo devolvieron vacío y roto para siempre. La vida es un minuto, un minuto es toda una vida. Ahora tu corazón es de barro seco.  Sus grietas son tan evidentes que no habrá latido que lo aguante.  Hay que vivir con alma, aunque el alma duela, porque un día te darán un corazón de barro que no sabrá abrazar el alma. 

La vieja solitaria

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 Era la hora en la que Elicenia se quedaba sola, pero totalmente sola.  Durante apenas un par de horas su hermana se ausentaba. Nunca le decía el motivo y ella se moría de curiosidad.  Aquel día iba a ser diferente, iba a averiguar a dónde iba, dejándole en aquella casona.  Se había imaginado infinidad de cosas.  Había una que era la que más peso tenía y desde luego no lo iba a consentir.  Quizá ella ya sea una vieja; sin embargo, la inútil de su hermana no iba a dejarla en evidencia delante de todo el pueblo.  Ambas llevaban muchos, sí, quizá demasiados años viviendo solas.  Desde aquello que sucedió. Elicenia, no se arrepentía de nada, aunque las consecuencias para Abelia fuesen tan duras. Ella se lo había buscado. Nadie, ni siquiera su hermana, iba a dejarla en ridículo. Al principio le resultó difícil la convivencia, pero poco a poco se fueron respetando los espacios. Elicenia veía la televisión, mientras hacía aquellos pequeños muñecos de ganchillo. Era una tarea que le entretenía

Conociendo una bruja

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 Por fin nos ponemos en marcha.  Llevo varios días nerviosa ante la perspectiva de ir a la nueva casa del abuelo. Mi padre se cree que no he oído sus comentarios, pero ya sé que no le gusta nada que el abuelo se haya casado otra vez. No sé cómo se casan los abuelos sin invitar a su familia y, sin embargo, el mío sí lo ha hecho. Mi abuela murió hace dos años, yo apenas la recuerdo. _ Hoy vamos a conocer a mi nueva abuela _ eso se me ha ocurrido preguntar y menuda charla me han dado. _ Esa señora, no es ni será nunca tu abuela. ¿Entendido?  _ Vale, vale y entonces, ¿cómo le llamo? _ Bruja, Le puedes llamar bruja.  _ No digas eso a la niña, que luego los suelta. Le llamas por su nombre.  La señora se llama Idea. _ ¿Idea? _ No, espera, que lo apunté. Aidea, así se llama la mujer. Que tu abuelo las busca raritas hasta en el nombre.  En el coche, sentada en el asiento de atrás con mis cuentos encima de las rodillas, mi concentración estaba más bien en los asientos delanteros. _ No tuvo la de

El Gran Secreto

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 Hoy es un día especial en la residencia. Es 9 de enero. A lo largo de este nuevo año, una vez al mes vamos a recibir la visita de un grupo de niños. Me gustan los niños y su inocencia.  Ya están aquí, qué guapos todos. Hay niños y niñas de unos ocho o nueve años.  _ Hola, ¿Cómo te llamas? _ Le digo a uno de ellos que parece más tímido que el resto.  _ Enei, me llamo Enei. _ Me contesta sin levantar la cabeza.  Esta moda de poner nombres modernos me vuelve loca. A saber de dónde habrán sacado ese nombre.  ¿Cuántos años tienes, Enei? _ Intento entablar una conversación.  _ Tengo ocho años. _ Me responde, esta vez levantando la cabeza y mirándome a la cara.  _ ¿Qué te han traído los Reyes Magos?_ Sigo hablando con él. _ No soy tan pequeño. Ya sé que los Reyes son los padres. _ Me responde mirándome a los ojos y muy erguido. _ Ya veo que no eres pequeño, pero veo que no sabes el Gran Secreto. _ Susurro para seguir ganándome su atención. _ Sí, lo sé, los regalos los compran los padres y lo

Feliz año nuevo

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 Todos los años por estas mismas fechas pasa lo mismo. Todos son bonitos mensajes, buenos deseos y propósitos para el año que comienza. Si cierro los ojos, veo a una niña a la que le intrigaba ver cómo era eso del cambio de año. Y al fin, una noche vieja lo descubrió. Llevaba varias horas jugando a diferentes juegos de mesa, parchís, cartas y hasta el juego de la Oca fue testigo de las últimas horas de aquel, ya lejano, año. Cuando mamá nos llamó para el célebre rito de las uvas, asomé mi cabecita por la ventana y allí estaba… El cielo no era igual que todas las noches. Aquel cielo, a pesar de las fechas era estrellado, tenía una forma diferente. Lo miré sorprendida con su forma de embudo, donde el agujero era tan atrayente como si de un remolino de agua se tratase. Fue la única vez que realmente sentí el cambio de año. Nunca volví a ver el embudo estrellado que absorbía el año viejo y escupía el año a estrenar.  Tantos años después, dudo si la fantasía de una niña de 6 años es capaz d