Salir adelante

Una mano suave y fuerte tomó la mía y con decisión por su parte y con miedo por la mía, atravesamos la calle. Apenas me atrevo a volver la cabeza, aunque al hacerlo veo a lo lejos a esa mujer mirando a su alrededor como buscando algo o alguien. Segura de no ser yo la causante de su desasosiego, me aferro con más fuerza a esa mano que me ha prometido cuidados y protección.  Apenas recuerdo cuando eso no era importante para mí, lo tenía sin saber que un día me faltaría. ¿Cómo son posibles tales cambios en mi corta vida? Desde la noche en que mi madre salió del cuartucho en el que dormíamos con poco, pero suficiente para mí, desde entonces mi vida ha dado tal vuelco que aun si cierro los ojos veo su sonrisa y oigo su voz contándome mi cuento favorito. Apenas han pasado unas semanas, su desaparición me dejó trastornada.  Aquella mujer qué me encontró empapada en lágrimas, hambrienta y con el pánico habitando en mi alma, se burló de mí.  La creí cuando me prometió buscar a mi mamá, nunca la buscó y realmente buscaba unos papeles que en el fondo de una maleta destartalada guardaba mi madre.  Antes del viaje me dijo que aquello nos daría la vida que nos merecíamos vivir.

 Un griterío me devuelve al presente. Una jauría de niños está intentando atrapar un gato esquivo y burlón.  El dueño de la mano se pone a mi altura y con una sonrisa rara me dice que hemos llegado a mi nuevo hogar.  Llama a una chica de ropa sucia y desgastada, y le insta a cuidar de mí, y enseñarme la casa en su ausencia.  Se vuelve y cruza la calle, se oyen silbatos y gritos.  El dueño de la sonrisa rara comienza a correr, un grupo de hombres uniformados y con silbatos en la boca le persiguen.  En un abrir y cerrar de ojos, mi infantil cuidadora desaparece y yo, plantada en medio de la acera, presencio como un tranvía, se lleva por delante a aquella mano que asió la mía con promesas.

Veo correr a una mujer gritando mi nombre, al llegar a mi altura me abraza llorando.

_ Emerita, creí que te había perdido.  Ese hombre te robó de mi lado.  Buscar nuestro equipaje hizo que te descuidara un momento.  No volverá a pasar._ Eso me decía mientras me apretaba contra su pecho.


 Parece que sí le importo, y entonces ¿Por qué no busca a mi mamá?


_ Vamos a tomar un chocolate, a ver si se nos pasa el susto y de paso te cuento algunas cosas que tienes que saber.

 Yo no dejo de mirarla fijamente, no me termino de fiar, aunque es la única amiga de mi madre y siempre dice que es su única familia aparte de mí. Emerita, mi nombre lo eligió ella. Ahora me mira con dulzura, pero muy seria.

_ Emerita, No sé por qué estás enfadada conmigo.  Voy a contarte algo que no te va a gustar, si bien quiero que sepas que no voy a separarme de ti. _ Puso su mano sobre la mía. _ He intentado protegerte, sin embargo, debes saber la verdad. , tu mamá, mi querida amiga, ya no está entre nosotros, se fue al cielo y desde allí te va a cuidar.  Como ha hecho hace un rato. _ Esto lo dijo mirando por la ventana y mordiéndose el labio inferior. _ El hombre que te separó de mí, era malo, se llevaba a los niños, y luego los vendía o les hacía trabajar para él. Este es un país donde hay muchas oportunidades, y tu mamá lo sabía, por eso estos papeles. _ Y sacó de su bolso los que escondía en el fondo de la maleta mi madre. _  Tu madre los guardaba son para que vivamos una nueva vida. Es un contrato de trabajo.

 _ Y mi mamá ¿Dónde está? ¿Qué le ha pasado? _ pregunté sin qué me importase y entendiese qué era eso del contrato.

 Un suspiro precedió a unas palabras que no olvidaré jamás.

 _ Tu mamá está en el cielo. Murió, bueno no, ¿Recuerdas a ese hombre que te tomó de la mano en el puerto?

 _ Sí, el que me iba a cuidar y proteger para siempre, y que ese chisme ha atropellado.  _ le dije con voz bajita _ Y que era malo.

 _ Sí, ese hombre era malo. No solo quiso separarte de mí, también hizo daño a tu madre.  Él quería que le dejase ser tu papá y como ella se negó porque no le gustaba _ en ese momento me puso en sus rodillas y me abrazó _ él le hizo mucho daño para quedarse contigo.  Cuando encontré a tu mamá, estaba muy malita y me pidió que cuidase de ti y que tomase estos papeles para salir adelante. Que yo fuese tu mamá desde ahora. ¿Lo entiendes pequeña?

 Después de llorar durante mucho rato, la miré y asentí con la cabeza.

 _ Ahora eres como mi mamá, aunque yo la quiero a ella.

 _ Lo sé, yo también la quería.  No tienes que llamarme mamá si no quieres, pero tengo que usar su nombre para conseguir el trabajo y para esos señores serás mi hija.


 Han pasado tantos años desde aquel día que parecen muchas vidas. Algún día contaré la historia de mi madre, de la biológica y de la que siempre estuvo ahí.




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