Aventura mañanera
Cuando llegué a mi trabajo, mis compañeras se alarmaron al verme la cara. Mi cara parecía el mapamundi con los continentes pintados de morado. Todas me miraron desconcertadas. Hubo una que se atrevió a preguntar.
_ ¿Qué te ha pasado?
_ Bueno, a ver cómo lo explico… la culpa la tiene la menopausia.
_ ¿Es por las hormonas por lo que tienes la cara llena de hematomas? Me preguntó una de ellas con los ojos desorbitados.
_ En parte sí. Me explico. Yo siempre duermo en el lado izquierdo de la cama y mi pareja en el derecho.
_ ¿Te pega tu pareja porque ya no tienes ganas? Me interrumpe otra compañera experta en comentarios inapropiados.
_ ¡Calla mujer! Déjame que cuente todo. El caso es que...
_ Pero lo que está claro es que te han agredido. Me cortó María.
_ ¡Vamos a ver! ¿Vas a dejarme contar lo que me ha pasado? Como iba diciendo, duermo en el lado derecho de la cama. Cuando esta mañana Veremundo se ha ido a trabajar; me ha dado un sofoco. Sí, de esos que me tengo que destapar entera y a poder ser, incluso, abrir la ventana. Muchas veces acabo invadiendo el otro lado de la cama para aprovecharme del frescor del hueco vacío. Después de la sudada de turno, mi lado de la cama estaba mojado, por lo que me he pasado al lado de Veremundo. Y ese ha sido mi gran error.
_ ¡ya, que ha vuelto y no le ha gustado tu invasión de su espacio! ¡Hombres!
_ Otra interrupción más y dejo de contar lo que me ha pasado. Les grito cruzándome de brazos y cerrando fuertemente la boca.
_ Perdona, sigue por favor.
_ Al cambiarme de lado en la cama, me he dormido, y al rato me ha venido otro sofocón. Y me he dado la vuelta para cambiarme hacia el lado más fresco… pero no a la derecha que era el hueco vacío, sino a la izquierda y, por tanto, me he caído de la cama. Aunque no solo eso, sino que al caer me he dado con la mesilla en la cara. Esto ha hecho tambalear la lámpara dándome un otro buen golpe en el rostro al levantar la cabeza. Bueno, eso es todo lo que ha pasado…
Se me quedan mirando muy serias, como en shock, hasta que con María comienza la primera carcajada, que le siguen todas las demás y al final hasta yo he acabado riéndome de mi torpeza y mi aventura mañanera.
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