El padre

 Mi padre es un hombre de los de antes. De eso que dicen algo, y lo consideran palabra de Dios. De los proclama una opinión y piensa que es una orden de obligado cumplimiento. Esos que piensan que las mujeres son para estar en la cocina y en la cama, las que les tienen que tener la casa para su disfrute, la comida en la casa y el placer en la cama. Los hijos, por supuesto son cosas de la mujer. Él dará un grito cuando haga falta y se hará lo que él diga, y siempre con la misma frase en la boca, “cuando seas padre, comerás huevos”.  En casa nadie se atreve llevarle la contraria, ni a levantar la voz. Su presencia por sí sola impone. 

A mí siempre me ha apuntado al fútbol, porque los chicos juegan como hombres. Mis hermanas en cambio, a  ballet, es lo más parecido a deporte que se les ha permitido hacer. A mí no me importa me gusta, y mucho, el fútbol. Mis hermanas, especialmente una de ellas, Hontanare, no están tan conformes. A ella le gusta el rugbi, nada más y nada menos. 

Mi padre hoy tendrá un par de noticias que, vaticino, no le van a gustar. Ya tenemos una edad en la que no podemos esconder lo que somos, ni lo que pensamos. Hemos decidido dar las noticias en la cena. Mi hermana Honta, y yo estamos nerviosos. Mi madre, esa mujer que tanto ha ocultado y cubierto de un velo de mentiras piadosas, nos mira con esteticismo. Ella no sabe que hoy será un día de gritos y disgustos. Aunque parece predecirlo. 

En la mesa hay cinco platos, en medio una ensaladera con lechuga y tomate, y pedazos de restos que forman una rica ensalada que a todos nos encanta. Honta y yo a penas la probamos, es como si se nos hubiese cerrado el estómago. Bonosa, mi hermana más pequeña, también parece inquieta. Cuando mi padre levanta la cabeza y nos mira, se da cuenta que algo pasa. 

_ ¿Qué pasa hoy? ¿Nadie quiere cenar? No dice con esa voz ronca que le sale de las entrañas.

_ Yo no tengo mucha hambre. Me atrevo a decir, pero mi voz es algo apagada. 

_ ¡Levanta esa voz, que a los hombres se le tiene que oír alto y claro!

_ Mira papá, tengo algo que comunicar a la familia. He decidido que ya es hora de presentarme como soy. El que me quiera así bien y si no siempre podré irme a otro lugar. Le dije sacando fuerzas de donde no las tenía. 

_ Bueno y ¿qué es eso que nos tienes que contar?

_ Yo también tengo algo que confesar, y digo lo mismo que Florián. Me tenéis que aceptar tal cual soy. Se atreve a decir Honta.

_ ¡Vaya! Veo que os habéis puesto de acuerdo para darme la cena. A ver tú, ¿qué me vas a decir? ¿Que no te gusta el futbol? 

_  No, por supuesto que me gusta el futbol. Juego encantado y disfruto de cada partido. Pero lo que tengo que decirte es que también me gustan los chicos.

_ ¿Qué eres maricón? Gritó apretando los puños. En mi casa no se admiten maricones. ¿Y tú que, no serás tortillera no? Gritó mirando a mi hermana.

_ No, a mí sí me gustan los chicos. Yo aparte de comunicaros que estoy embarazada, que me voy a vivir con mi novio y que de momento no tengo ninguna intención de casarme; me gustaría informarte que odio el ballet. Todo esto lo dijo de tirón,  con la cabeza alta y la voz firme. 

Mi padre rojo de rabia, dio un golpe en la mesa y miró con furia a Bonosa.

_ ¿Y tú no me irás a decir que eres puta?

Esta con calma y dejando la servilleta sobre la mesa se puso de pie y mirando muy fijamente a mi padre. 

_ No. Papá yo no soy puta. Eso lo dejo para tu amante. Sí, esa mujer que casi todos los días te va a buscar al trabajo y luego llevas al hostal de la calle Florida. Ella si es puta. Y no lo digo porque sea tu amante ni como insulto. Ella cobra por sus servicios. En cambio, yo solamente soy una "tortillera" del montón, que por cierto, está enrollada con tu secretaria. Si, esa secretaria que te la pone dura cuando se pone minifalda. 

En ese momento todos miramos sorprendidos a mi padre el cual estaba a punto del colapso. Estaba como en estado de shock. De pronto levanta la mirada para mirar a mi madre, con la clara intención de recriminarle la prole que ha traído al mundo, cuando esta se levanta y se acerca a la cómoda, saca unos papeles del cajón.

_ Jacinto, ya que estamos puestos a dar noticias. Extendiendo la mano con los papeles en la mano. Esto es la solicitud de divorcio. Ya no te aguanto más. Y si se te ocurre ponerme la mano encima a mí o a cualquiera de mis hijos no vas a salir de la cárcel en tantos años, como millones has estafado a hacienda. 




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