el inicio y el fin
Mi cuerpo está cambiando, el medio siglo está haciendo estragos en mí. Me explico, siempre he tenido algo de sobrepeso y el calor no es lo que más me guste, pero llevo una temporada que me siento cada vez más hinchada. Por si esto fuera poco de repente, me viene una ola de calor intenso que me hace sudar como si hubiese corrido la maratón de Manhattan.
Estoy muy contenta, si la felicidad tuviera fecha, hoy sería el día de la mía. El día prometía ser de los buenos, Teníamos reservado para comer con mi hija y mi yerno, y cuando ha llegado la hora del postre, el camarero nos ha traído a mi marido y a mí el mejor postre que alguien puede desear. Tapado con un cloche, esa campana que ponen para tapar el plato, nos han puesto delante un plato. La verdad que al principio nos hemos sorprendido, ya que solo a nosotros nos han servido tan aparente postre, pero al destapar tras el estupor, ha venido el grito de alegría. Mi marido tenía un biberón con una etiqueta que ponía “Hola abuelo” y en el mío descubrí un chupete con un cartel que decía” para cuando nazca”. La felicidad que me invadió no se puede describir.
Los meses pasan y a mi hija le va creciendo la tripa, al mismo ritmo que a mí, la pesadez y la incomodidad. Cada día me siento más hinchada. Y hoy ya es un malestar insoportable, ese dolor que ya no aguanto más. Justo antes de salir de casa, mi yerno me llama para comunicarme que va al hospital, puesto que Raquel, mi hija, parece estar de parto.
Cuando llego a urgencias el dolor es inaguantable, no sé qué es lo que me pasa. Solo pido poder conocer a mi nieto. ¿Será que voy a morir el mismo día que él nace? Me tumban en una camilla y viene un médico muy joven, que hace una primera valoración. Yo sigo muy mal, es como si me partieran por dentro. Cada vez es peor. En mi mente está mi hija que en estos momentos estará de parto y no puedo estar cerca de ella.
Me ponen una vía en el brazo y me administran medicación, al rato parece que el dolor remite un poco. Inmediatamente, pregunto a mi marido por mi hija. Él está muy agobiado, ha recibido un mensaje en el teléfono de que todo va bien, Está en la sala de dilatación. Suspiro, miro a los ojos a mi compañero de vida y le digo entre lágrimas que ame a ese niño por los dos. No creo que esto acabe bien.
Ese es el momento en que el malestar de mi abdomen se intensifica, el médico aparece con un aparato para poder ver qué es lo que en mi interior está pasando; aunque supongo que no puede ver mucho, ya que el intenso dolor me impide estar tan quieta como el doctor pretende que esté.
Mirando a la cara de ambos facultativos les comunico que me he orinado. Su cara todavía presenta mayor desconcierto. Se retiran y viene una chica para limpiarme. Cuando retira mi braga y se dispone a limpiar mis partes, da un salto hacia atrás y me mira asombrada. Saliendo del box le oigo llamar al médico, el cual acude rápidamente. Se apresura a mirar entre mis piernas y sin más preámbulos me dice que estoy de parto.
Al oír eso, no sé si reírme por el chiste o echarme a llorar por la broma de mal gusto en un momento tan duro.
El caso es que una semana más tarde estoy en casa con mi nieto en brazos, y miro a mi hija, la cual tiene a su hermano Noesme en los suyos.
Sí, el niño se llama “Noesme” suena muy bien, creo que jamás le diré el porqué de su nombre. Me sonrío al acordarme. Después del desconcierto en urgencias me subieron al paritorio, y mientras subíamos mi esposo se me acercó al oído.
_ No es menopausia, es un bebé. Me susurró al oído bien bajito.
Muy bueno Angelaaaa aplausossssss👋👋👋👋😘😘😘💞💞💞💞
ResponderEliminar