No llego tarde

  Ayer quedé con una compañera para ir juntas en su coche al trabajo. Es una compañera con la que no coincido mucho; sin embargo, me parece además de trabajadora; muy divertida. Es de esas personas con las que no puedes reprimir una sonrisa, siempre tiene un chiste en la boca o un gesto gracioso. 

Llego corriendo al punto de recogida, pasan dos minutos de las siete. Menos mal que aún no ha llegado. Veo que para en el semáforo y sin pensar abro la puerta del auto y me siento, cerrando con cuidado la puerta. 

_ ¡Buf! Marta, no sabes que me ha pasado. El dichoso despertador que me la ha jugado. _ Me intento explicar por llegar tan justa al encuentro. Sin mirarla e intentando atarme el cinturón de seguridad que parece que se me resiste._ Te juro que esta tarde me voy a comprar uno de esos eléctricos que te despiertan con música. 

Al fin he conseguido abrochar el cinturón, pero noto que mi compañera no pone en marcha el coche. Que prudente. 

_ Yo tengo uno de esos eléctricos y son una maravilla. Me dice una voz varonil desde el asiento de al lado, lo que hace que de un respingo y me vuelva a mirarle. 

_ ¿Y tú quién eres? ¿Y a dónde vas? Le pregunto con cara de asombro.

_ Me llamo Maolo, y voy a trabajar. Me responde con una sonrisa en la cara. 

_ Manolo, ¿dónde está Marta?

_Maolo, no Manolo, y no sé quién es Marta.

Entonces caigo que he debido montarme en el primer coche azul que he visto. Roja como un tomate, bajo de prisa, disculpándome con el tal Maolo como puedo. 

Me quedo esperando a mi compañera, deseando que no se haya marchado. 

Después de más de diez minutos veo un coche azul que para delante de mí, esta vez me cercioro de que la que conduce es mi colega. Efectivamente, lo es y al fijarme bien en su cara veo que aún tiene las marcas de las sábanas en su cara. 

_ Ni una palabra.  Cuando me giro, veo su cara seria y su mano levantada, con el índice señalándome.

Y así, en un silencio incómodo, hacemos los treinta kilómetros que separan mi casa del lugar de trabajo. Me acuerdo de que ese día viene el director general de la zona y aprovecho el trayecto para repasar mentalmente si las tareas de organización están todas acabadas. 

Llegamos a la oficina y aunque bastante apuradas no llegamos tarde. Me dirijo hacia mi despacho cuando me percato de una presencia en el interior. Un hombre alto, vestido con vaqueros y camisa, está de espaldas y mirando por la ventana. Miro a una compañera que está cerca y me susurra que el jefe quiere hablar conmigo. 

_ Buenos días, digo al entrar en mi despacho. Al darse la vuelta noto que mi rostro pierde su color. 

_ Buenos días. Veo que no llega tarde, a pesar de subirse en coches desconocidos. 

Maolo estaba en mi despacho y al parecer es mi jefe. 

Todo esto pasó ayer, hoy Maolo está de nuevo en mi despacho. Me mira con interés, al parecer la inspección en esta sucursal ha sido un éxito, y gran parte de la responsabilidad es mía.

Tras felicitarme e instarme a seguir mejorando, me entrega un pequeño paquete. Yo estoy desconcertada, no estoy acostumbrada a que me agasajen de esa manera. Roja como la grana tomo el paquete y agradeciendo el detalle, me despido de Maolo o como todos le llaman del Señor Mannaga. 

Ya en casa abro el paquete y para mi sorpresa encuentro un radio reloj despertador. Con una sonrisa en la boca tiro mi viejo despertador para iniciar mi mañana con música. 











Comentarios

Entradas populares de este blog

Desilusión

Año nuevo

La aventura