El perro
Un perro es el culpable de mi desazón. Estaba tranquila en mi casa viendo la televisión, tumbada en el sofá y medio dormida, cuando un gañido de un perro me despeja. Unos gritos lastimeros provenientes del mejor amigo del hombre no me dejaban descansar. Me levanté con más pereza que ganas, y miré por la mirilla de mi puerta. En el rellano de la escalera había un perro pequeño de tamaño, aunque no era ningún cachorro. Él como si presintiera mi presencia miraba la puerta y comenzó de nuevo a ladrar. Me pareció conocido, a ese perro yo lo había visto con mi vecina del 4º muchas veces. Abrí la puerta y al verme su cola juguetona comenzó a moverse de lado a lado. Me lamía las manos mientras yo le hablaba con serenidad preguntándole que hacía ahí, como si me pudiera contestar. Con cuidado de que tan emocionado can no entrase en mi casa, con las llaves y tras cerrar la puerta me dispuse a llevarlo a su piso. Quizá el pobre se ha confundido de planta. Al subir al tercero también ladraba a la puerta izquierda, lo que me confirmó que lo que buscaba era su casa. Al llegar al cuarto piso, el corazón me dio un vuelco. La puerta de mi vecina estaba abierta. El perro, Ruby leí en su collar que se llamaba, entró y se puso a ladrar dentro del recibidor. No se veía ni oía a nadie. Esos vecinos son un matrimonio joven con dos niños. Un pre adolescente de unos once años y otro más pequeño de siete.
Por mi cabeza pasaron infinidad de imágenes que la televisión muestra en las series policiacas.
Ruby no dejaba de mirarme y mover el rabo, como invitándome a entrar. Mi cabeza aparte de las imágenes macabras que proyectaba, también se imaginaba como me pillaban dentro de una casa sin ninguna excusa creíble. Empujé con cuidado la puerta y grité _ ¿Hay alguien? _ Nada nadie contesta. Salgo y llamo al timbre insistentemente. Me fijo que una de las puertas de las habitaciones está cerrada y otra abierta. Mi corazón se debe oír en todo el portal, los latidos creo que van a asustar al perro, que se ha tumbado en lo que parece su camita en la entrada. Al mirar detrás de la puerta, veo el cubo de la fregona y la cocina limpia, como si alguien acabase de fregar el suelo, hasta las sillas de la cocina están encima de la mesa, lo mismo que hago yo cuando limpio el suelo. Me asomo al salón y veo un aparato de gimnasia y el salón bastante recogido. Me pregunto qué hacer, cuando el ladrido de Ruby me hace dar un brinco con tal ímpetu que tropiezo con un juguete que había en el suelo. El juguete en cuestión es un tren en el que me parece ver una mancha rojiza. Salgo de nuevo al rellano con la intención de dejar encerrado al pobre chucho. Me digo que seguramente los dueños habrán salido a disfrutar del carnaval y Ruby con su ímpetu ha abierto la puerta que no está cerrada con llave. Cuando estoy a punto de cerrar, mi instinto me dice que hay que mirar un poco más y sin pensar abro de nuevo y me adentro en la casa con más miedo que hambre. Me dirijo hacia la puerta que antes he visto cerrada y la abro bruscamente. Dentro descubro una bonita habitación infantil llena de juguetes y libros de desigual tamaño en las estanterías. Cierro y me asomo a la siguiente y esa debe ser la habitación del chico mayor. Mi estómago da un brinco al notar que algo me toca la pierna. Bajo la mirada y veo a Ruby mirándome con las orejas gachas y el rabo entre las piernas, como si tuviera miedo. Me fijo en la puerta que me falta por abrir, corresponde a lo que en mi casa viene a ser mi habitación. Voy temblando y con el corazón ya desbocado al abrir veo la cama deshecha, un niño dormido encima, y justo al lado de la cama el otro niño que me mira sin verme. El perro entra y comienza a llorar poniéndose sobre la pierna del chaval mayor. En ese momento oigo ruidos a mi espalda. Un grito desgarrador atraviesa mis tímpanos y un golpe en la cara me tira al suelo dejándome sin conocimiento.
Cuando despierto estoy rodeada de policías, con las manos sujetas a mi espalda.
_ Eso es lo que pasó. Sigo diciendo a mi interrogador.
_ ¿Y por qué no llamó a la policía en vez de entrar a la casa?
_ No lo sé yo creí que los vecinos se habían dejado la puerta sin cerrar y el perro se escapó.
_ Y usted que hacía con las manos manchadas de sangre y con restos del veneno que ingirió y mató al mayor de los chicos?
_ ¿Veneno? ¿De qué habla? Yo solo vi a un niño encima de la cama como dormido y otro en el suelo, con los ojos abiertos. Luego no recuerdo nada más.
_ Está bien. Puede salir de la sala. Ya sabemos que usted no tuvo nada que ver, pero teníamos que asegurarnos.
_ Claro que no tuve nada que ver. Pero alguien me puede explicar ¿qué pasó?
Un fuerte golpe de la mano del policía sobre la mesa me sobresaltó de tal modo que …
Me despierto en mi sofá y con gran desconcierto, miro a mi alrededor para asegurarme de que todo ha sido un sueño. Me levanto para ir a beber agua a la cocina, cuando oigo un gemido de perro en la escalera. Miro por la mirilla y ahí está, el pequeño perro de mis vecinos del cuarto. Abro con cuidado, para que no entre en casa y tras coger las llaves y el móvil subo hasta el cuarto piso con Ruby, que así está escrito el nombre del perro en su collar. Se para en el tercero a olisquear la puerta de la izquierda. Está claro que este perro se ha desorientado, cuando llegamos al piso en cuestión, veo la puerta de la casa abierta. Ruby entra y se tumba en su camita que está al lado de la puerta. En ese momento, llamo a Ruby invitándole a salir de su cojín. Cuando al fin está fuera, con mucho cuidado cierro la puerta y bajo a mi casa junto con el perro. Al llegar le premio con una salchicha y le preparo un cojín, que enseguida hace suyo.
Miro el teléfono dudando si llamar a la policía, ¿Qué puedo decir, que tuve un sueño premonitorio o simplemente me encontré el perro de mi vecino perdido en la escalera?
Al poco rato oigo voces en la escalera, también suenan los timbres de algunos vecinos, y en ese momento el mío. Al asomarme, por la mirilla veo al hijo mayor del cuarto. Abro y Ruby al verlo se abalanza sobre él.
_ ¿Por qué tienes a mi perro? Me pregunta con cara de enfado el chaval.
_ Lo encontré perdido en la escalera, y lo recogí por si alguien abría la puerta del portal, para que no saliera y se perdiera. Le respondí con cara de inocencia.
_ Ya lo he encontrado. Grita mirando a la escalera.
Y dirigiéndose al perro, se toca su rodilla repetidas veces a modo de llamada.
_ Vamos Ruby, que solo haces travesuras ¿Cómo te has escapado de casa? Diciendo esto desaparece escaleras arriba sin mirar atrás, algo que sí hace el perro mirándome fijamente y moviendo el rabo.
Buenisimooo y en suspense hasta el final a por el proximooo👏👏👏👏😘😘😘😘
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