La carta

 Me dispongo a leer una carta escrita por el hombre que me ha criado y querido como un padre. Ese hombre apareció en mi vida, el mismo día que mi propio padre desaparecía entre las olas de un mar embravecido. 

"Querida Esther:

 Si estás leyendo esto, significará que ya no estoy a tu lado. Algo que he hecho desde que naciste. Sí, has leído bien. El día que naciste estaba allí para cogerte en mis brazos, cuando respiraste por primera vez. Fue el momento más alegre y al mismo tiempo más triste de toda mi vida. Tú iniciabas tu andadura por la tierra y tu madre la comenzaba por el cielo. 

Ya sé que ahora no entiendes nada. Te estarás diciendo que yo aparecí en tu vida, el día que tu padre perdía la suya. Eso has creído siempre y así debía ser. Ahora ya te puedo contar toda la verdad. Yo soy tu padre, sí, aquel que desapareció en el mar. 

Unos días antes de mi supuesta desaparición, mis investigaciones sobre los planos temporales dieron un salto hacia adelante. Tras años de buscar y buscar, al fin, encontré aquella puerta que nos permite viajar en el tiempo. Lo que yo no sabía es que el precio era muy alto. 

Aquel día, al fin había tomado la decisión. Me adentraría en la puerta del tiempo que había descubierto. Tú estabas durmiendo la siesta. Pretendía volver antes de que despertaras, era el dueño del tiempo. ¡Qué iluso! ¡Cuántas cosas salieron mal! Que ingenuo fui. 

Efectivamente, la puerta del tiempo estaba donde había calculado, pero me faltó un detalle a tener en cuenta. Tú despertaste y te asomaste a la puerta, justo cuando yo me introducía en el mar. Al volverme y verte quise dar la vuelta, sin embargo, una parte de mí ya había tocado el abismo temporal. Esa lucha por querer dar la vuelta y la fuerza de aspiración del abismo creó una tormenta en el mar, que acabó tragándome a mí y a la puerta abierta en el tiempo. 

Conseguí viajar al futuro, pero ya no podía volver. Me costó más de cuarenta años encontrar de nuevo esa brecha que comunica el pasado y el presente. 

Aquel hombre mayor que apareció en la playa, en el momento más desesperado de tu vida, fui yo. Tu propio padre, cuarenta años más viejo. Te adopté con muchos papeleos.  No tenías a nadie más y me hice pasar por un tío de tu padre. 

Ahora que sabes toda la verdad, espero que me perdones, por todo el dolor que te causé. Siempre te he querido y he dedicado mi vida a verte crecer."

P.D.: No intentes nunca viajar en el tiempo. El precio es demasiado alto. Estuve a punto de perderte. 

Después de leer esta carta Esther miró la foto de su padre, tomada el día antes de su desaparición. Y girando la cabeza se fijó en la colección de fotos que pasaban poco a poco, en el portarretrato digital. Estiró su mano muy despacio y cogió el anillo que años atrás le había cogido a Andrés, aprovechando que se lo había quitado para hacer algo en el taller y no perderlo. 

Era una niña curiosa, y al verlo leyó lo que en la parte interior ponía. Se quedó atónita. A ella no se le olvidaba la fecha en que sus padres se casaron, ya que cuando su padre estaba con ella ese día hacia una gran fiesta donde él se "casaba" con su niña repitiendo la frase que tenía grabada en su alianza. 

Esa misma frase que acababa de leer en el interior del anillo de Andrés. Y además, la fecha coincidía. Era la misma alianza. Ella nunca se atrevió a decírselo a Andrés, pero con eso tenía la última pieza que le quedaba para completar la verdadera identidad de Andrés. 

Desde hacía mucho lo sabía, pero le faltaba saber que pasó realmente. Y por fin, esa carta se lo había aclarado. 

Miró al cielo y llevándose la mano a los labios, la beso e impulsó hacia el cielo un beso entrañable, justo con un "Gracias papá". Y dándose la vuelta, salió de la casa en dirección al mar, con la idea de tirar las cenizas de su padre, allí donde años atrás se lo tragó para escupirlo en un futuro que ahora era su presente. 

Ese fue el preciso momento en el que un hombre joven, muy agobiado y algo desorientado salió del mar gritando su nombre. 

“Hola papá” le dijo sin más presentaciones. 




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