En la ducha
Siento como el agua recorre mi cuerpo. Bajo los ojos y veo como mis pies están manchados de rojo. Recuerdo las veces que el desagüe ha tragado mi sangre. Pasando la suave esponja por mi pecho, observo mi piel amoratada. Siempre vestida con manga larga, para que nadie me pregunte por las marcas rojas que continuamente adornan mis brazos.
Vuelvo mis ojos de nuevo al suelo y cada vez se ve más diluido el fluido rojo que tan acostumbrada estoy a ver. Subo un poco la mirada y veo mis piernas con partes amoratadas que me recuerdan esas patadas que me dio el día que se quemó al tomar la sopa. Por supuesto fue culpa mía, la había calentado demasiado; como culpa mía ha sido que su camisa tuviese una arruga en la manga. Su camisa blanca, la que tiene una fina franja azul en el cuello. Hoy me la ha pedido, y al cogerla me ha gritado que estaba arrugada. Como siempre, he bajado la vista y me he dado la vuelta para ir al cuarto de la plancha para repasar la camisa. En ese momento, él con su mano de acero me ha cogido del pelo y tirado hacia atrás, he caído golpeándome la cabeza en el suelo. Al abrir los ojos y enfocar la vista le he visto mirarme con una sonrisa maliciosa en la boca. Notando que le observaba, su cara ha cambiado a un gesto de asco.
Al intentar incorporarme mi mano ha tropezado con un objeto frío y duro que había debajo de la cama. A mi memoria ha venido el recuerdo; esa mañana él arreglando las patas de la cama, que tenía los tornillos flojos. Los ha apretado con una llave inglesa que ahora está en mi mano. Cuando se agacha, con la intención de cogerme del cuello, como tantas veces; mi mano cobra vida y cerrando los dedos alrededor de la fría herramienta, le miro con un odio, que hoy ha llegado a su culmen en mí. Percatándose de mi acción me agarra por la muñeca y mirándome asombrado me quita la llave inglesa de la mano. Se pone muy serio y mira alternativamente la herramienta y a mí varias veces.
_ ¿Pretendías matarme con esto? Me grita, poniéndose en pie. ¿Tú crees que una nadie como tú puede amenazarme y a mí?
Yo estaba cada vez más asustada. Le miro y le veo en sus ojos un brillo de odio y rabia difícil de definir. Levantando la mano en la que tiene el trasto metálico, la cara le cambia de pronto, sus ojos se abren desorbitados. Se lleva la mano al pecho, dejando caer la llave inglesa al suelo. Se le doblan las rodillas y estira su mano hacia mí.
_ Ayúdame. Me susurra entre respiraciones trabajosas.
Yo me quedo mirándole, me siento en el suelo, apoyando la espalda en la pared. Veo como poco a poco su rostro pasa del pálido, al rojo intenso, y luego al morado, para acabar en un gris cetrino. Podría haber hecho algo por socorrerle, pero entonces la ingesta del veneno que tanto me costó encontrar, no hubiese servido de nada.
Sigo en la ducha y por fin el agua sale clara, el tinte rojo violín que esta mañana me apliqué en mi pelo cada día más canoso, ya se va limpiando poco a poco.
Enseguida llamaré a emergencias y les diré con la voz muy asustada, como me he encontrado a "mi querido marido" al salir de una ducha relajante.
BRUTALLLLL!!!!!
ResponderEliminarUffff me has dejado helada Relato estupendo y muy hermoso Cada vez me sorprendes más Lo haces genial Sigue así Me emocionas
ResponderEliminarUff escalofriante pero qué bien reflejado y trasmitido cada lunes más interesantes un beso y a por más magnífico👏👏👏❤️❤️❤️
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