Diferentes amigos
Tengo unos cuantos amigos, todos diferentes, tanto en profesiones como en personalidad y que por supuesto, con muy diferentes reacciones ante la misma cuestión. ¿Qué significa esto? Que cada uno ante una misma situación reacciona muy diferente. Eso también incluye, que cada uno cuenta la misma situación desde su personalidad.
En Navidad, hacemos el amigo invisible, para todos recibir regalos, pero solo regalar a una persona. Este año lo preparé yo. Puse una mesa en una habitación y cada uno entraba cogía su regalo y lo habría delante de todos.
En mi cabeza imagino a todos mis amigos narrando el momento en que coge el regalo y lo abre.
Mi amigo el cura:
_ Me persigné antes de entrar. Vi un montón de regalos y di gracias a Dios, porque todos podamos tener regalos. Tomé el que ponía mi nombre. Cuando me tocó abrirlo, me puse algo nervioso. Dentro del paquete había una camisa preciosa. ¡Mirar! Me la pondré el domingo cuando vaya a ver a mi madre después de misa.
Mi amigo el Psiquiatra:
_ Respiré hondo para calmar mi ansiedad. Al llegar donde estaban los regalos, vi que todos tenían un nombre. Después de colocarlos por orden alfabético, tomé el que estaba marcado con mi nombre y sin dejar de controlar la respiración, lo abrí delante de todos. Era El libro de Coleman que tanto quería.
Mi amigo el técnico:
_ Al abrir la puerta cuarenta y nueve grados, vi que a dos metros y medio de mí, estaban los seis regalos que faltaban por abrir. Me acerqué y veo que el paquete que mide diez por quince centímetros era en el que ponía mi nombre, en letra tipo Arial a un tamaño de 12 puntos. Me lo llevo y con un cúter voy quitando los adhesivos. Después de cuatro minutos y veinticinco segundos, compruebo que es un reloj de arena. Con un mecanismo tan sencillo que consta de dos recipientes en forma de campana que se comunican por la parte más estrecha y con un elemento dentro asemejando arena. Por supuesto seguro que es un compuesto artificial.
Mi amigo el repartidor de paquetería:
_ Abrí la puerta con el codo, me acerqué al montón de regalos pillé el que ponía mi nombre. Mientras me dirigía hacia donde estaban todos iba quitando el papel. Al llegar ya descubrí que era un jardín japonés de esos anti estrés.
Mi amiga la pesimista:
_ Yo fui a casa de Alcira, y me llevé una sorpresa a ver que tenía un regalo con mi nombre. No esperaba nada. Al abrirlo vi que era un cuaderno. Ya sé que pensáis que tengo mala letra, ¡claro! Así practico cada día un poquito. Bueno si no me roban el cuaderno según voy en el metro. Si me lo roban, también me tirarán al suelo para quitármelo y entonces será cuando me romperé el brazo y probablemente me tengan que coser la herida que me haga en la cabeza.
Mi amiga la escritora:
_ Cogí la manilla de la puerta con sumo cuidado e infundiendo una suave fuerza sobre ella abrí la puerta. La habitación era amplia, tres de sus paredes de un color vainilla y la otra forrada con un papel decorativo con motivos marineros que la dueña compró una tarde en un mercadillo ambulante. Al fondo en una mesa escritorio descansan una serie de paquetes envueltos en papeles de múltiples colores. Al acercarme con paso firme, pero sereno veo mi nombre en uno de los envoltorios. A ese le alumbra un rayo de sol que en ese momento se cuela por la ventana. Me dispongo a tomarlo entre mis manos cuando un ruido a mi espalda me hace volverme. Solo es mi amigo esperando que yo coja mi regalo. Su ansiedad se palpa en la atmósfera. Me vuelvo hacia mi paquete con los nervios alborotados y los latidos del corazón sonando como tambores en la noche. Tras asir el presente me dirijo hacia la reunión de amigos que hay en la parte opuesta de la casa.
Al desprender al regalo de su vestido de colores, veo con asombro que se trata de un cuadrado de tela. En una de las partes más visibles pones una frase. Miro la frase, la medito y levantando mis ojos húmedos por la emoción doy las gracias al que se le haya ocurrido tan bonito regalo.
MARAVILLOSOOO me ha encantao que bien reflejado que actuamos según nuestras vivencias un aplauso enormeeee de los mejores❤️❤️❤️👏👏👏👏👍👍💞💞💞
ResponderEliminarMuy bonito Angela. Me haces que imagine tal cual la situación 💕💕
ResponderEliminarGracias. Siempre me puedes contar como lo vivirías tú. ja ja ja
EliminarAlaaaaa q emociónante Me has hecho meterme claramente en el relato Estaba viviendolo Gracias
ResponderEliminarBravo!!! Yo te voy a aportar lo que diría "la psicóloga":
ResponderEliminarHoy hemos quedado en casa de Ángela para intercambiar los regalos del amigo invisible, ¡madre mía qué cóctel de emociones! Llevo todo el día pensando en qué pasará... Tengo que trabajar un poco más mi tolerancia a la incertidumbre, la semana que viene se lo comento a mi psicoanalista sin falta. Según cruzo el umbral de la puerta, no puedo evitarlo; veo una caja con el logo de la empresa de paquetería de Samuel. No lleva mi nombre. Descarto a Sam de mi lista mental de posibles amigos invisibles.
El psiquiatra no me mira. No ha sido él. Bastante tiene con intentar camuflar su ansiedad con un intento de regular su respiración para que parezca rítmica, acompasada y controlada. Aunque no se percate de que su lenguaje no verbal le delata por completo; esa tensión muscular, las minúsculas gotitas de sudor que asoman por los poros de su piel,...
Me atrevería a decir que el cura no ha sido mi amigo invisible; visto el regalo que ha recibido la pesimista, afirmaría que el autor de dicho obsequio ha sido el cura. Parece que se ha agotado esa paciencia que parecía infinita, el cura ha desistido de insistirle a la pesimista para que acuda a confesarse; haciendo uso de su amplio abanico de conductas alternativas para la solución de problemas, ha puesto en marcha un plan B, regalarle un cuaderno en blanco en el que pueda desnudar su alma y encontrar la paz.
Puedo ver al técnico escrutando mis movimientos y mis gestos con su incansable mirada. Teniendo en cuenta esta premisa, su conducta observable y el resto de datos del contexto, mi proceso de razonamiento lógico llega a una conclusión válida: Definitivamente creo que él es mi amigo invisible. O, ¿será que le ha asaltado su TOC y está haciendo mediciones mentales compulsivas de ABSOLUTAMENTE TODO?
Por fin, detengo esta cascada de pensamientos intrusivos y especulaciones y me dispongo a abrir mi regalo. Descubro que la caja que lleva mi nombre está vacía. ¡Ya está! ha finalizado mi investigación. Ya sé lo que ha ocurrido: La pesimista era mi amiga invisible. Seguro que tras pensar y repensar, decidió que ¿para qué iba a pensar en qué regalarme? Si total... esta farsa no tenía sentido y seguro que comprara lo que comprara o hiciera lo que hiciera, probablemente se le perdería por el camino, o se rompería, o en caso de llegar hasta esta mesa, yo lo abriría y no sería de mi agrado.
Bueno... al menos, espero que a la escritora le haya gustado mi regalo y que le haya provocado alguna sinapsis en las neuronas de su cerebro emocional.
Sigue con este precioso blog Ángela. Un abrazo.
Me ha encantado Bea. Me ha robado alguna que otra sonrisa. Me encanta como has descrito la situación y la vivencia de la psicóloga. Yo creo que habia algun paquete mas con tu nombre pero la ansiedad te pudo y no te fijaste. ¿Por que lo se? Yo era tu amiga invisible.
EliminarPero qué bonito
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