El novio y la Cirila
Hace muy poco que me compré coche. Es viejo, pero para mí es como si fuese el más elegante del mundo. ¡Me ha costado tanto conseguirlo! Es de color amarillo y su techo es de lona. Le hace falta una limpieza y unos retoques, entre ellos echarle un poco de aceite, ya que hay una luz, que según mi padre es un marcador del aceite, y está encendida.
He quedado con él para que me eche una mano, y voy a la finca que tenemos a las afueras de la ciudad. Allí mi padre tiene una huerta y una pequeña casita. Es donde pretendo poner a punto mi "Cirila" que así es como en la familia llamamos a mi coche.
Estoy un poco nerviosa porque hoy también les contaré que estoy saliendo con Glicerio.
Llego a la finca a las tres de la tarde, y mi madre ya está de los nervios porque se enfría el arroz. Durante la comida, que por cierto, el arroz está riquísimo, dejo caer como de pasada que estoy saliendo con un chico. Trifón, mi padre, me somete poco menos que al tercer grado. ¿De dónde es?, ¿cómo le conociste? Aquí mi madre pone toda su atención y me mira como embobada. Otro día contaré la aventura de conocer al muchacho en cuestión. ¿Cómo se llama? Esto dio para un buen rato, y eso que el nombre de mi padre tiene miga, pero no les pegaba que un joven de veinte años se llame Glicerio. Yo con más gracia que convencimiento les solté que les podían pedir explicaciones a sus padres en un futuro. Ahí se pusieron serios y me miraron como sondeándome de arriba abajo. Yo haciéndome la tonta me levanté de la mesa y me puse a preparar los bártulos para lavar la "Cirila".
A la tarde he quedado con Glicerio. Me va a buscar a mi casa, así le enseño el coche limpio y brillante. He calculado el tiempo que me costará llegar para que pueda meter el coche en el garaje, ducharme y ponerme ropa limpia.
Entre los tres nos ponemos a lavar el coche, y la verdad no nos cuesta mucho. Luego mi padre revisa el nivel del aceite, que efectivamente está muy bajo. A mí me hace ilusión hacerme cargo del mantenimiento de mi "Cirila" por tanto insisto en echar yo el aceite. Cuando creo que ya he llenado el depósito llamo a mi padre para que compruebe si lo he llenado hasta donde tengo que hacerlo. Pero según voy a buscarlo miro el reloj, y me doy cuenta de que es la hora de irme. Al fin y al cabo mi precioso coche amarillo pollo ha quedado limpísimo, por dentro y por fuera. Cierro las puertas y el capó y me despido.
Pongo la radio a tope y me encamino a casa. Para llegar a la autovía que me lleva a casa paso por un polígono industrial, donde no suele haber nadie los domingos. Según voy cantando a grito pelado, veo una cosa brillante que ha salido disparada y me adelanta. Yo rauda pongo el pie en el freno, y bajo a ver de qué se trata. Y ¡sorpresa! Se trata del tapacubos de mi rueda derecha. Me encojo de hombros y tras recogerlo y ponerlo en el portamaletas, me dispongo a seguir mi camino. Me fijo que mis manos están llenas de un polvillo negro, visualizo tanto las marcas en el portamaletas como en la manilla de la puerta, pero ya no tiene remedio, luego le pasaré un trapo.
Cuando al fin tomo la autovía y llevo unos kilómetros recorridos, me fijo que un humo negro sale de la parte delantera de mi "Cirila". Muy asustada, paro en el arcén. Abro el capó, y veo todo absolutamente todo, lleno de un líquido negro viscoso. En ese momento me acuerdo de que mi padre no llegó a supervisar el nivel del aceite y que el tapón del depósito se quedó sin poner. Intento buscar el tapón que doy por hecho se habrá perdido en el trayecto, pero ¡algo tenía que salir bien ese día! Se ha quedado encajado entre dos tubos. Al inclinarme sobre el motor y ver si es posible cogerlo, me pego en la cabeza con el portón, me llevo la mano a la frente. Por fin consigo agarrar el tapón sin quemarme, pero poniendo perdida, tanto la ropa como las manos, de aceite. Cierro el capó con un resoplido y pensando que así tiene que llegar hasta casa. Al subirme al asiento del piloto, veo como las huellas de mis manos contrastan con el amarillo del coche. Ya enfadada y rabiosa sigo conduciendo hasta casa sabiendo que encima llego tarde.
Cuando estoy entrando en el garaje, veo a un apuesto joven que sonriente se dirige a mí. Yo ya no puedo más y comienzo a llorar.
_ Tu brillante bólido no hace justicia a tu belleza. Me susurra al oído metiendo la cabeza por la ventanilla.
Al oír eso, mi llanto se incrementa y él, abriendo la puerta me abraza. Y sin darnos cuenta acabamos los dos con la cara tiznada de negro, cosa que nos provoca un ataque de risa.
Ese domingo probamos los nuevos lavacoches que han abierto hace unas semanas.
Muy bueno lo de tu Cirilaaa y el final lo mejor y la foto sublime aupaaa y a por massss👋👋👋💞💞💞👋
ResponderEliminar