Vacaciones de lujo

 No hace mucho que he conocido a esta mujer, me tiene embelesado. Es la única persona que ha conseguido que deje las ovejas y las gallinas a cargo de un vecino. Son mis primeras vacaciones en mi medio siglo de vida. 

Ayer llegamos a Granada, nos alojamos en un hotel de esos superlujosos. Yo la verdad en la puerta me hubiese dado la vuelta para buscar algo más normal, pero Aidea ha insistido en que la reserva ya estaba hecha. 

Lo primero que me ha llamado la atención es el gran salón, donde no se veía el mostrador de recepción. Al fin lo vemos en un rincón adornado lujosamente con varios ramos de flores (que si los pillan mis ovejas se dan un banquete).  Entre las flores asoma la cabeza un chico elegantemente vestido que muy educado nos pide los carnés. Por el rabillo del ojo veo a un joven trajeado que va a coger nuestras maletas, con la rapidez que me ha dado saber quitarle la pieza de caza de las fauces a un perro, le doy un manotazo y le miro con ojos de asesino. Aidea se vuelve y me explica que es el botones que nos llevará las maletas a nuestra habitación. Botones o corchetes, yo a este no le pierdo de vista, pienso en mi fuero interno. Ya en la habitación nos quedamos solos y tras hacer algo que aquí no voy a contar, me fijo que en medio del cuarto hay una especie de cabina telefónica. Las paredes de cristal tienen dibujado una figuras que a mí se me parecen a las patas de las ovejas recién esquiladas. Al asomarme dentro veo un montón de orificios en un rincón, un teléfono que se parece al de la ducha de mi casa y en la parte del techo de la cabina hay un cuadrado lleno de agujeritos. Me pica la curiosidad y pulso uno de los muchos botones que hay allí, de pronto empieza a salir agua por todas partes y casi gritando (el agua estaba helada) intento dar de nuevo al dichoso botón para apagar aquella catarata. Aidea se acerca a mí con una bata hecha de tela de toalla y sonriendo me dice que le deje un sitio que se va a dar una ducha de hidromasaje. Ya con la bata puesta, que por cierto es muy agradable, me dirijo a un cuarto que hay en un rincón y descubro el baño, donde hay un enorme lavabo, una bañera que parece un barco y un wc. Yo ya desconfiando, al acercarme al inodoro me fijo que dentro hay pequeño hierro. Al lado del botón de la cisterna veo otro pequeño interruptor que yo pulso despacio y expectación. Veo como en la parte interior de la taza, donde estaba ese hierro, sale una pequeña barra metálica con algo negro en su extremo. Yo me quedo mirando fijamente y de pronto un chorro de agua tibia me salta a la cara. Con las manos intento tapar el chorro, pero lo único que consigo es que el agua se esparza por el suelo y por la preciosa bata blanca. Cuando se apaga y se recoge el dichoso pitorro, miro hacia la puerta y veo a Aidea con los brazos en jarras mirándome y sacudiendo la cabeza de un lado a otro.  

_ Mejor no toco nada más. Le digo con una sonrisa. 

_ Sí, mejor solo me tocas a mí. Me responde soltando la carcajada que se estaba conteniendo. 




Comentarios

  1. Ja ja muy buenooo me has arrancado una carcajada aupaaa t a por el proximooo👏👏👏👏💗💗💗

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  2. Genial Excelente Ha sido un relato gracioso y real Que incultos somos cada uno en una cosa Y esos lujerios son muy nuevos Me ha gustado

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  3. Sigue alegrandome los lunes a espero el relato con muchas ansias

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