Con el abuelo

Columba disfruta cuando su abuelo deja que le acompañe con las cabras. Se diría que es una más. A la niña le gusta correr por el campo, saltar entre los matorrales y tirarse en la hierba para que el sol caliente su cara. Es verano y no tiene colegio. Esta mañana antes de salir de casa, se ha metido en el bolsillo un paquete de pipas, de esas que tienen dibujado un toro en la bolsa. 
Cuando llegan al monte que su abuelo ha elegido ese día para que las cabras y las ovejas pasten, ella se sienta en el suelo y comienza su paquete de pipas. Le ofrece a su abuelo que las rechaza, ya que él está liándose un cigarro que disfrutará tanto como su nieta las pipas. 
Columba se sienta en el suelo y comienza su bolsa de pipas. Con los ojos bien abiertos y los oídos alerta, contempla el campo. Comienza un concierto que a ella le gusta, es el concierto en sol caliente de los grillos. El cri-cri del bichillo atrae a la pequeña como las moscas a la miel. Se levanta despacio y dirigida por el sonido encuentra un pequeño agujero de donde sale el ruidito. Su abuelo se acerca, coge una hierba y la introduce despacio en el agujero. La mueve lentamente, pero sin parar y de pronto se ve como el grillo molesto sale y con un rápido movimiento de la mano Quiterio, el abuelo, coge el grillo y se lo muestra a Columba, que está con los ojos como platos. Acaba de aprender cómo coger grillos. Y toma la decisión, cogerá unos cuantos para llevarlos con ella y poder escuchar esa bella melodía en casa. Ya lo tiene planeado, de momento los meterá en la bolsa de pipas, que ha vaciado en el bolsillo. En casa Los meterá en una cajita que tiene, a la que hará unos agujeritos para que respiren y les dará de comer hierba fresca todos los días. 
Columba ha pasado gran parte del día cogiendo grillos. Su abuelo la mira y sonríe. Recuerda cuando él comenzó a coger grillos. En su casa les volvía locos con el cri-cri del grillo a altas horas de la noche. 
La pequeña tiene unos cuantos ya en la bolsa. Está satisfecha y algo cansada. Cierra la bolsa y le hace unos agujeritos para que los bichillos respiren. Se tumba y se duerme soñando con el concierto en su habitación. Algo le toca en la cara y al abrir los ojos ve a Fofita, su cabra favorita. Al espabilarse se fija bien y de la boca de Fofita sobresale una bolsa con un toro dibujado. Columba grita como una posesa y su abuelo vuela a su lado, asustado.
_ Fofita se ha comido mis grillos. Le cuenta entre lágrimas. 
_ Las cabras comen de todo. Son así Columba. Ellas no distinguen entre tus grillos y los del campo. Fofita solo vio algo para comer. 
_ Pero mis grillos … Le gritaba a la cabra que ya había salido corriendo asustada. 
_ Mañana cogeremos más. Le respondió el abuelo, que por dentro suspiraba por la noche de tranquilidad que le esperaba. 



 

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