El estrés de la vida

¿Qué más se puede torcer hoy? Es jueves día de reunión en la oficina, además tengo que despedir a Cristina, la secretaria que me ha acompañado durante los últimos siete años. Va a ser duro, pero no puedo permitir que se vaya divulgando información confidencial por ahí, y ella lo ha hecho. Es cierto que ha sido una única vez, pero ese tipo de errores son los que marcan la vida de una persona. Y si todo esto fuese poco Aluap, la niñera que se encarga de llevar a Raúl a la guardería, hoy me ha llamado para decirme que está enferma. Bueno, lo dejaré yo de camino a la oficina.

Raúl cumplirá el domingo dos años, y esta tarde iré a por todos los preparativos de la fiesta. Es un niño alegre, simpático y muy bueno. 

Está todavía dormido cuando le saco de la cuna, le cambio el pañal, pero apenas se despeja. Ya vestido con un peto azul y una camiseta a rayas, le pongo en la silla, y se queda de nuevo dormido.Desayunará en la guardería. Después de coger todas mis cosas, bajo al garaje y lo primero que hago es colocar a Raúl en la silla del coche. Luego pliego la silla de paseo que dejaré en la guardería para que su abuela le recoja al mediodía. Hoy va a ser un día de esos de calor horroroso, ya estoy sudando y aún no he salido del garaje. Al dejar la carpeta en el asiento del copiloto recuerdo que el despido de Cristina no va a ser fácil. Ella ha sido siempre muy buena secretaría, pero ese desliz que tuvo hace un par de semanas, no puedo permitirlo. Comentó con su novio una serie de compras que íbamos a hacer, su novio no fue nada discreto y lo contó donde no debía, y la transacción se canceló. Hubo una investigación y el rastro llegó hasta mí y mi secretaria.

 En fin, ahora voy a la sala de reuniones, que estarán esperándome. La reunión de hoy se ha alargado un poco, normalmente en una hora tenemos todos los temas solucionados, pero hoy hay demasiadas cosas que tratar. Después de la reunión, el director quiere hablar conmigo y cuando por fin me siento en mi despacho son las once de la mañana. Ahora viene el mal trago de hablar con Cristina. Cuando entra en el despacho la miro a los ojos, los suyos son marrones y normalmente llenos de ilusión, hoy en cambio, están como apagados. No lo entiendo aún no sabe que la voy a despedir, aunque tal vez hayan llegado noticias a sus oídos.  Ella comienza a hablar primero.

_ Aitana, siento haberme retrasado hoy. Ha sucedido horrible que me entretuvo.

_ Cristina no se trata de tu retraso, esto es muy difícil para mí, pero ya sabes que la discreción es muy importante en este negocio. Y tu falta de ella nos ha costado muy caro, por tanto me veo obligada a prescindir de tus servicios desde hoy. 

En ese momento Cristina como un resorte se levanta y mirándome a la cara, pero con sus ojos anegados en lágrimas me suplica.

_ Por favor, Aitana, no sucederá nunca más. Ya sé lo que ha sucedido y de verdad que no me lo puedo creer. Siempre he actuado adecuadamente, ese día no sé por qué mi novio me tiró de la lengua y yo como una tonta confié en él. Ahora sé que no se puede confiar en esa persona, que por cierto ya no está en mi vida. Solo se ha aprovechado de mí y me dejó hace un par de días. Además de usarme para llegar a cierta información, es un cerdo, que al enterarse de que estoy embarazada ha salido corriendo. 

En ese momento es cuando algo dentro de mí explota. Esa explosión se ha llevado por delante toda mi cordura y salgo del despacho como un ciclón. Las escaleras, las bajo de dos en dos, cosa que no sé cómo hago con los tacones que esta mañana me he puesto. Esta mañana, las prisas, el estrés, … Llegué a la calle donde dejé el coche aparcado. Allí estaba rodeado con una cinta de varios colores. Me acerco despacio, ya sin corazón. La ventanilla trasera está rota y al mirar dentro veo en el asiento una piedra de considerable tamaño. Miro la silla vacía de mi hijo, me apoyo en la puerta del coche a punto de derrumbarme cuando unas manos me sujetan por detrás. Es Cristina, que ha bajado detrás de mí. 

Mi giro y la miro sin verla y grito el nombre de mi hijo.

_ Raúl, ¿dónde está? Raúl. 

Ante tal escena se acerca un policía municipal que estaba cerca, y ayuda a Cristina a sentarme en un banco. Entre brumas oigo al policía que habla con Cristina.

_ ¿Qué le pasa? ¿No será la dueña de ese coche, y la madre de un niño pequeño que estaba dentro?

Cristina me mira con cara de lástima y afirma con la cabeza. 

_ Voy a llamar a una ambulancia y que la lleven al hospital. Quizá se tranquilice si la llevan al mismo que a su hijo. 

_ Pero el niño cuando lo saqué del coche estaba bien, algo atontado pero bien. Me dijeron que lo llevarían solo para observar la evolución. 

_ Si, eso parece. Pero esta mujer va a tardar en recuperar la cordura. Olvidarse a su hijo en el coche con este calor, le ha podido costar muy caro. Ha tenido mucha suerte que tú te fijases en el interior y rompieses en cristal. 


Han pasado dos meses de aquel fatídico día. Raúl se recuperó sin problema. A mí me costó bastante más. Sigo en tratamiento. Pero he tomado una serie de decisiones que han cambiado mi vida. Mi hijo es y será siempre mi prioridad, y para ello he pedido una excedencia de unos años en el trabajo. He hablado con Cristina y antes de pedir mi excedencia conseguí que la readmitieran. Cuando tenga a su hijo me gustaría que lo dejase conmigo los días que no pueda ir a la guardería.  Le debo mucho. Lo primero y más importante la vida de mi hijo. Y luego el darme cuenta de que el trabajo no es toda mi vida. 



Comentarios

  1. Ohhhhhh estresada me has tenido a mi con este relato Muy chulo y muy bien escrito manteniendo toda mi atención sin respiración ESTUPENDO

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