El autobús perdido y la llamada

 Al salir de clase Aarón se lleva la desagradable sorpresa de que el autobús escolar en el que a diario vuelve a casa, ya no está. No creía que se hubiese entretenido tanto. ¿Y nadie se ha dado cuenta de que faltaba él? En ese momento piensa en su madre, menudo disgusto que va a llevar. ¿Y si va andando? Vale! Tampoco será para tanto. El pueblo donde vive no está demasiado lejos, unos diez kilómetros. Aarón respira hondo y se pone en marcha, cuando lleva media hora andando, mira el reloj y comienza a calcular que a esa hora estará llegando el autobús al pueblo. Piensa en su madre, que mirará la hora y se creerá que se ha quedado jugando con sus amigos en la plaza. Probablemente se pase por la plaza con la disculpa de comprar algo en la tienda, solo para echar un ojo y ver que ha llegado bien. Y ahí empezará su calvario, al no verlo por ninguna parte, preguntará a sus amigos y estos le contarán que no ha montado en el autobús. Aarón se empieza a agobiar, no quiere que su madre se preocupe, y encima está empezando a tener hambre. Le llamaría por teléfono, pero no tiene más que diez pesetas que no le van a llegar para nada. Sigue andando y en la esquina de una calle ve una cabina telefónica. Se acerca y saca del bolsillo los dos duros y los mira como para que se multipliquen y comienza a calcular cuánto le costaría una llamada. Se dirige hacia la cabina y al entrar no puede más y comienza a llorar, le supera el agobio. Mete las monedas en la ranura y marca el número de teléfono de su casa. Un tono, dos, tres y alguien descuelga al otro lado, y emocionado grita mamá, pero la conexión se corta. El dinero era insuficiente. Llorando y agobiado, mira a su alrededor y ve una ferretería. Va hacia allí y cuando entra espera a que termine el cliente que está atendiendo. Cuando este sale mira a la chica del otro lado del mostrador y le dice que ha perdido el autobús y que tiene que llamar a casa, y necesita algo de dinero para llamar por teléfono. La mujer le mira y entrecerrando los ojos le dice que si no lleva él, dinero. Le intenta explicar que tenía algo, pero que no era suficiente. La dependienta abre el cajón y con una mirada de desconfianza le acerca una moneda de cinco duros. Con esto te llegará. Aarón muy avergonzado, pero sabiendo que solo así puede llamar a su madre, le da las gracias diciendo que se lo devolverá en cuanto pueda. Sale de la tienda y vuelve a la cabina donde tras meter la moneda y marcar el número, el teléfono da tono tras tono, pero sin que nadie atienda a otro lado. Ahora sí que está asustado. Se pone de nuevo en camino y cuando llega a las afueras de la ciudad, un coche para a su lado. Y del coche se baja una mujer desencajada gritando su nombre. Él rompe de nuevo a llorar pero esta vez de alivio. Su madre le abraza y no deja de preguntar qué le ha pasado y si está bien. Ya en casa y más tranquilos los dos, Aarón consigue explicarle a su madre lo sucedido. Y le dice que hay que devolver los cinco duros a la tienda. Le dio mucha vergüenza pedir dinero, pero lo necesitaba para hacer la llamada.

Su madre no le castiga, considera que ha aprendido la lección. No cree que se vuelva a entretener y pierda el autobús.

Varios días más tarde, Aarón no monta en el bus escolar; su madre le ha venido a recoger en coche. Y después de indicarle cuál era la tienda donde entró a pedir ayuda, se bajan los dos del auto y se presentan delante del mostrador. La mujer mira al niño que le resulta conocido, pero no termina de recordarlo. El niño muy serio le da la moneda de veinticinco pesetas y le da las gracias, diciendo que realmente estaba en un apuro cuando ella se le prestó ese dinero. La dependienta en ese momento recuerda al niño, que ella creía un mocoso caradura. Y tras ponerse roja de vergüenza, le pide perdón por no haberle ayudado más. Saliendo de detrás del mostrador se agacha y le mira a los ojos y le dice que acaba de aprender la lección de mi vida. No todo el mundo se quiere aprovechar de los demás.

Aarón sale de la tienda de la mano de su madre, con una amplia sonrisa y con cinco duros en el bolsillo.





Comentarios

  1. Benditas cabinas DONDE ESTÁN YA??? sólo en nuestra memoria Relato rosa para empezar la semana Angy date vida

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