Manos marcadas
Me da un vahído y al apoyarme en la mesa para no caer, me fijo en mis manos. Unas manos llenas de arrugas, manchas y cicatrices. Se me ha pasado el mareo, pero yo sigo con la vista fija en las manos que tengo delante de los ojos. Son manos viejas, manos que ahora que me fijo, tienen marcas. Pongo mi atención en una pequeña cicatriz que tengo en la base del dedo índice. Y veo a una niña con una gran ilusión por sorprender a su madre. Ya tiene peladas las patatas que más tarde su madre freira en la sartén nueva. Ahora tiene que cortar unos trocitos de jamón . Coge el cuchillo grande y afilado que su padre guarda en el cajón y según lo pone en la pata de cerdo, se le resbala y un dolor y escozor en el dedo , la transporta de nuevo al presente. Parece que le duele como aquel, ya lejano día.
Justo debajo veo un mancha café con leche en forma de montaña enana. Aquella mañana Jaime mi hijo mayor estaba nervioso como nunca. No podía parar quieto . Yo estaba planchando su pantalón , con el que luego tomaría su primera comunión. En una de esas carreras por la casa me dio un pequeño empujón y la plancha acabó encima de mi mano. El pobre solo lloraba por el disgusto. Seré bueno mamá , me decía, hoy cuando comulgue le pediré a Dios que te cure la mano. Se me escapa una sonrisa al rememorar esa carita angelical.
Muevo mis ojos hacia la otra mano y me fijo en la mancha con forma de mariposa que sigue creciendo en el dorso de mi mano. Y rememoro como una mujer ya con hijos , un día descubrió una pequeña peca, que más tarde era un lunar y lo que se agobió , pensando que aquello era algo malo. Pidió cita con su médico, el cual, cuando la vio , no sabía si reír o consolar a la mujer que tenía delante. Esas son manchas que salen con la edad, no tiene mal aspecto, me dijo .
Y ahora sonrío y me toco mi mancha que fue el primer signo que me indicó que mi cuerpo iba envejeciendo. Elevo un poco la vista y algo brillante, me hace transportarme a un día muy especial en mi vida. Aquella joven, con ilusión y nervios en el cuerpo, dirigiéndose hacia el altar, donde le esperaba el que ahora era su marido. El novio que estaba tanto o más nervioso que ella. Aquellas manos temblorosas que hicieron que en el momento de ponerme el anillo, se le cayera al suelo y rodase hasta la primera fila de bancos. Que mal rato pasó el pobre.
En ese momento siento que unas manos fuerte y rudas me cogen por detrás, y una voz más que conocida me pregunta que me pasa. Sin darme la vuelta le digo: Mira que manos, son manos viejas, con cicatrices. Él pone su manos en las mías y clavo mi vista, como tantos veces, en la falta de ese dedo. Le acaricio el muñón y susurro: Lo perdiste por el anillo. Él aprieta mi mano y me susurra al oído sí, me lo enganché con aquella máquina. Pero eso no impidió que mi corazón no se desenganchara del tuyo. Y tus manos son un libro de vida. Mira. Y dando la vuelta a mis manos sigue diciéndome. Por este lado son suaves , de tanto acariciar, de limpiarnos las lágrimas a tu familia y de tanto trabajar por amor a ella. Por todas esas manos , que por tu trabajo , tienes que sostener mientras se les escapa la vida o solo para dar consuelo. Tienes las manos más bonitas que se pueden tener.
Ohhhhhh benditas manos Una lección de vida este relato Muy emotivo Q bien escribes cada vez mejor
ResponderEliminarPrecioso relato ,hace pocos días me miré las mías y saqué muy parecidas conclusiones ,cada día me gustan más tus relatos.
ResponderEliminarPrecioso, sin más
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