La Mano Negra
Paso por delante de aquel tejado, que cubre ese viejo lavadero. Un lavadero, que ahora los jóvenes no saben, ni para qué servía. Es algo así como una piscina rodeada de un borde inclinado. En ese borde es donde mujeres fuertes y no tanto, dejaron sus manos lavando todo tipo de ropa.
Si esta estancia hablase, la de cosas que habrán oído estos bordes desgastados. Pero me llama la atención una historia, que cuentan del propio lavadero. Una historia, que las madres bien intencionadas, contaban a los niños para que no se acercasen al borde y acabasen empapados. Los niños más valientes, desafiaban la leyenda y se acercaban, no sin miedo, tocaban el agua y salían corriendo sin mirar atrás. Los más osados se plantaban delante del agua y miraban fijamente la profundidad oscura, con la esperanza de poder negar esa maldición. Pero enseguida sus infantiles y fértiles mentes veían eso que les habían contado. En sus cabecitas al mirar esa agua oscura, conseguían ver lo que debajo de ella se movía.
Cuentan que un día, una niña valiente lo intentó. Se quedó mirando fijamente el agua y en cuanto vio que algo debajo, hacia su aparición, metió su pequeña mano y La Mano Negra la arrastró hacia el fondo. Esto es lo que de boca en boca, se iban contando los niños, de los más mayores a los más pequeños.
Pero esta leyenda, como tantas tiene su base en un hecho real. Esto sucedió hace un montón de años. A los niños les gustaba mucho jugar en el lavadero, era nuevo y sus bordes resbalaban como toboganes. En verano lo tomaban cual piscina y no dejaban lavar a las mujeres, que todas protestaban, pero en el fondo se divertían con las travesuras de los pequeños. Pero en invierno su superficie se congelaba y las mujeres pocas veces lo usaban. Un día una niña de seis años, con gorro, guantes y bufanda, jugaba con su amigo de la misma edad. Se quitaban el gorro uno al otro y dejaron los guantes en el borde del lavadero para coger más fácil las pequeñas piedras, que luego tiraban a la superficie. Hacían carreras para ver que piedrecita llegaba más lejos. En un descuido, uno de los guantes cayó al agua por un pequeño agujero que habían hecho en el hielo, con las piedras. El pequeño valiente intentó rescatar el guante de su amiga, pero resbaló y cayó al agua. La niña salió corriendo a buscar ayuda, pero cuando llegaron el niño yacía debajo del hielo con el guante negro en la mano.
Y desde entonces las madres dicen a sus hijos que La Mano Negra les llevará si se acercan al lavadero.
Precioso me ha gustado mucho Estoy tan picada a estos tus relatos que li tengo que leer antes de ir a dormir HA SIDO GENIAL GRACIAS
ResponderEliminarOoohhhhh, alucinante tu imaginación
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