Ladrón

 La pequeña Marina jugaba en la calle, donde tanto le gustaba, estaba absorta en su balanza hecha con una piedra y una tablita. Ya había recaudado ese día mil millones en forma de hoja de árbol. Eran los billetes de su pequeña tienda del mercado montado en el escampado de debajo de su casa, que ella y sus amigos usaban para jugar. Algo llamó la atención  de Marina, un sonido familiar, era la voz de  su madre llamándole desde la ventana. Con algo de desgana se acercó al portal y por el portero automático preguntó a su madre, qué era lo que quería. 

Vale, mamá, recojo mi tienda y subo. Contestó al ruego de su madre para que subiera a casa. 

Al llegar a su puerta, esta se abrió y la madre de Marina se agachó y le dijo con una sonrisa y una pequeña cartera en la mano. 

Marina, vete a la tienda de Dionisio y compra un ladrón. 

Mamá ! Los ladrones son malos y yo no voy a por uno ni siquiera gratis. Respondió en su inocencia. 

La madre ampliando su sonrisa le explicó que tenían una lampara nueva, pero que no la podían enchufar por que el enchufe estaba ocupado por la radio. Y había unos pequeños artilugios en los que se podían sacar dos o incluso tres enchufes. Eso era el ladrón que ella quería. 

Marina que tenía muchas cosas en la cabeza, juegos, cuentos o deberes pendientes de hacer , fue repitiendo el recado de su madre todo el camino. Un ladrón, un ladrón , un ladrón… Saltando como iba se pisó uno de los cordones y acabó en el suelo todo lo larga que era. Rauda se puso en píe y viendo que no le dolía nada más que el orgullo, siguió con su cantinera hasta la tienda de Dionisio.

Al llegar sólo había una señora que ya estaba pagando. 

Hola Marina. Le saludó Dionisio el tendero. 

Hola, mi madre me manda a por un mangante. Le pidió muy segura. 

Dionisio mirándola extrañado le convino a que pensase bien lo que quería. Marina se estiró, como para parecer más grande y así hacer ver que ya era mayor, como para que dudasen de su palabra. Y repitió. Un mangante! Eso es lo que mi madre me ha pedido. 

Dionisio se quedó pensativo y miró al cliente que había entrado después que Marina. Bueno Marina no tengo de eso pero seguro que si te sientas en esa silla y piensas un poco seguro que lo recuerdas que es lo que tu madre te ha pedido. De mientras atiendo al señor Justo. 

Marina se sentó en la silla pensando y repensando y muy convencida que eso que se ponía en la pared y se podían enchufar muchas cosas era un mangante de electricidad. 

Cuando se fue el señor Justo , Marina se acercó al mostrador y seria y con voz firme le dijo. Quiero un mangante de electricidad para enchufar una lampara y una radio. 

Dionisio con cara de sorpresa primero y con una carcajada después , se subió a una escalera y  de uno de los cajones sacó un artilugio con unos agujeros por un lado y por el otro un enchufe. Perfecto dijo Dionisio con la sonrisa todavía en la boca. Debe ser esto lo que quieres. Un ladrón.

Marina se encogió de hombros y le pregunto:

¿ Eso es el ladrón que yo le he pedido? ¿Cómo se usa? 

Marina tú me has pedido un mangante. Le dijo mirando a la pequeña que sostenía el aparato en la mano con curiosidad. 

No diga tonterías Dionisio, mi madre me dijo bien claro que comprase un ladrón. ¿Cómo le voy yo a pedir otra cosa? Confiese que no se acordaba que era esto! Pero se acuerda de cómo funciona para que yo le explique bien a mi madre. 

El tendero con la boca abierta, le dijo que su madre ya sabría cómo usarlo. 

La cría pagó y se fue pensando que Dionisio cada día estaba peor de la cabeza, se estaría haciendo viejo. 

Comentarios

  1. Ja ja ja Bendita inocencia Ojalá cuando nos hacemos mayores no la perdieramos.Precioso relato y emotivo

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