Imaginación

 A sus diez años, su imaginación desborda por los poros de su cuerpo. Íria sabe que lo que le pasa no es real, pero aún y todo le gusta vivirlo. A ella le gusta leer libros de aventuras, y su cabeza se transporta sin remedio a los escenarios de esas aventuras. 

Hoy es un día especial, hoy va a subir a ese monte que tanto le gusta. El monte de la Cruz le llaman todos, debido seguramente a que en su cima se eleva una inmensa cruz de cemento, que sabe Dios y los libros de historia desde cuando está ahí y por qué. 

Hoy subirá solita, sus padres le han dado permiso, desde su casa ven todo el camino que Íria va a recorrer, hasta llegar arriba. Arriba la perderán de vista, pero se fían de ella, es una niña prudente y muy responsable. 

Ya está en el camino, si mira hacia arriba ve como se inclina el camino y le da cansancio, así que decide mirar a su alrededor o hacia el terreno que pisa y así no se desmoraliza a la hora de subir esa cuesta tan empinada.

Cuando llega al cruce de caminos se encuentra con Jacinta la dueña de las vacas donde compra la leche a diario. Y la saluda, casi con prisa porque sabe que si no ella se parará y no dejará de hablar y preguntar, hasta que averigüe todo lo que la viejita decida, para saciar su curiosidad. Más adelante se encuentra con Aitor el pastor, está sentado al lado de un árbol, y con este sí , se para a charlar un rato. Aitor es un chico algo más mayor que ella, que cuida las ovejas los fines de semana. Le cuenta que hoy tiene una oveja menos y dos corderos más que la semana pasada. Y de paso le dice que hace un rato han subido otros chicos a la cruz, quizá los vea arriba. Eran de la ciudad y metían mucho ruido. 

La niña sigue su camino con su siempre eterna sonrisa en la boca. En la última rampa del camino, el embarrado y resbaloso último tramo del camino, Íria mira hacia atrás , abajo donde sabe que su madre la observa y mueve un pañuelo amarillo , una señal acordada para que ambas sepan que todo va bien. Y al fin ya está arriba, por fin ve esa mole de cruz que a ella le parece gigante. Avanza despacio, le gusta mucho pasear por ese lugar e ir a su lugar mágico. Poco a poco se aleja de la cruz para ir hacia una especie de desfiladero. A Íria le gusta pasear por él y cerrar los ojos. Se imagina en el lejano Oeste. Y allí vienen los indios, con sus cuchillos y machetes en las manos. Con sus caras pintadas y sus gritos de guerra; la cogen y la arrastran a una pequeña cueva que hay en un saliente del desfiladero . Allí sin piedad los pieles rojas le quitan la ropa y la manosean por todo el cuerpo. Íria quiere dejar su aventura, su imaginación esta vez le está jugando una mala pasada y todo parece demasiado real. Uno de los indios se le echa encima, y ella siente un dolor indescifrable en su interior. Cuando el piel roja se aparta, ella no se puede mover del dolor y del miedo. Pero se acerca otro, este es un indio rubio, que raro ella solo conocía indios morenos y con pelo largo. Este también le toca, siente una mano entre su muy dolorida entrepierna. Al fijarse bien en el comanche, le ve una sonrisa que muestra un diente roto. Su boca se acerca a su cara y vuelve asentir ese dolor horrible en la entrepierna. Algo se le está rompiendo dentro de ella. 

Ya casi no ve nada, cuando ve a un vaquero con su rifle peleando con los indios. Se oyen palabras que ella no entiende uno de los pieles rojas ha caído al suelo y el otro está sangrando por la nariz. El vaquero me mira y se acerca despacio. Al llamarme por mi nombre reconozco a Aitor. Detrás de él dos chicos con mucha sangre por el cuerpo y la cara se alejan tambaleando. 

Aitor me ayuda a vestirme , intentando no mirar. Me toma en brazos y me cuenta como ha sucedido todo. 

Subí para hacerte compañía en el desfiladero, y así me contarías esas historias tan bonitas que inventas. Pero te oí gritar. Corrí hasta el borde del desfiladero y vi lo que esos dos estaban haciendo. Entonces cogí varias piedras, mi porra y me aseguré de tener mi navaja. Ni se enteraron apenas. Con la primera piedra dejé inconsciente al que se estaba subiendo los pantalones , con el otro me esmeré de lo lindo. Primero le arreé con el porro y como se defendía saque la navaja, y ahí ya se rindió. Ya estarán abajo. Pero esto no quedará así; Íria, les robé la cartera. Y aquí está su documentación.

Vamos pequeña bajemos al pueblo. Yo te ayudo. 



Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Desilusión

Año nuevo

La aventura