Nazi
El primer día que me crucé con él me llamó la atención, su semblante osco y su duro aspecto. Al pasar a mi lado con la cara alta pero su mirada perdida en alguna parte detrás de mí. Me quedé pensando en su cara durante un rato. Era serio, sus rasgos duros, la ausencia de expresión en su boca, su postura tiesa y rígida.
Al día siguiente me volví a cruzar con él y me resulto desagradable su aspecto. Me recordaba a las fotografías de los nazis. Y en mi interior le “bauticé”, el nazi.
Todos los días a la misma hora nos cruzábamos y un día hasta le saludé por inercia. Y me contestó, yo creo que por la misma razón.
Una mañana en el trabajo, me llaman de la planta de pediatría necesitaban hablar conmigo de un curso. Subo a la planta e intento buscar a la supervisora para aclarar algunos detalles, entro en un pasillo donde había habitaciones y me doy media vuelta; por ahí no es. ¡Cachis! Me meto por otro pasillo y veo una sala con un montón de niños correteando con sus bracitos perforados por una vía. En el suelo, me fijo que hay un chico a cuatro patas llevando a caballito a un pequeño sin pelo y con su pijama rojo. El chico en cuestión tiene puesto una bala blanca y su cara de felicidad es asombrosa. Su sonrisa es iluminadora. Me fijo que en su frente tiene una tirita con un corazón de color verde.
A mi espalda una voz me saluda y me explica. ¿Conoces a Jesús? Es un animador y educador, es un encanto. Los niños le quieren mucho. Mira, ves esa tirita que tiene en la frente, pues es de un arañazo con un suero y el pobre niño que se lo hizo se llevó un tremendo disgusto. Él le dijo que si le podía decorarle la tirita que así no le gustaba, y cuando le pintó el corazón le prometió que no se la iba a quitar hasta que ya no se notase nada el arañazo.
Tras resolver los detalles del curso que tenía que impartir en ese área. Me volví a mi servicio pensando en el tal Jesús. Que chaval más entregado y volcado en su trabajo así da gusto.
A la mañana síguete cuando caminaba de nuevo hacia el hospital vi de lejos a “el nazi” venia serio y con la mirada perdida como todas las mañanas, pero esa mañana algo había diferente en su cara. De pronto me paré en seco al fijarme que lo que “el nazi” llevaba en la frente era una tirita con un corazón verde.
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